PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 15 DE OCTUBRE DE 2022
Esta semana en Cinematófilos, el increíble cine griego de posguerra. Te recomiendo que descargues la película en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
La historia de Grecia durante el siglo XX es una de las más política y socialmente convulsionadas de Europa. El país sufrió varios conflictos armados, dictaduras, la ocupación nazi, una guerra civil, enormes migraciones internas y una gran diáspora. Y sin embargo logró forjar, sobre todo en los momentos más difíciles, un cine con sabor local, que habló de los problemas propios y resultó atractivo para sus habitantes. Es particularmente rico el período que abarca desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el golpe militar de 1967, donde se realizaron algunas de las películas más importantes de la historia del país, como la que veremos esta semana en Cinematófilos.
“Luego del final de la Segunda Guerra Mundial, y especialmente durante la Guerra Civil (1946-49), se produjo un importante número de películas contra viento y marea. Tanto la ruptura como la continuidad son signos que se detectan en la forma en que la industria cinematográfica se reinventó a sí misma desde las ruinas y en medio del constante malestar social y político”, describe Vrasidas Karalis en su libro A History of Greek Cinema (2012). “Durante la guerra, el cine griego restableció su infraestructura tecnológica y de distribución, y después de 1944 floreció de forma salvaje, a pesar de la indiferencia y la hostilidad de su más formidable enemigo, el propio Estado griego. A partir de entonces, se vio continuamente amordazado por la estricta censura y la interferencia del gobierno. En breves períodos de liberalización moderada proliferó más allá de su propia viabilidad financiera, demostrando el gran interés del público por ver películas griegas, incluso de la calidad más cuestionable”, añade.
Una nueva relación con el cine comenzó a despertar en la sociedad griega hacia mediados de los años 40. Se estrenaron muchas películas que no habían podido verse antes, sobre todo de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, y comenzaron a llegar las novedades de posguerra, en particular el neorrealismo italiano. También algunas producciones soviéticas se proyectaron en los cines, e incluso films de la india tuvieron gran recepción por parte del público, como Madre India (Mother India, 1957), de Mehboob Khan. Los primeros cineclubes aparecieron en Atenas y Salónica, y se comenzaron a publicar revistas especializadas como Séptimo arte en 1945 y Arte nuevo: cine, teatro, música en 1946. En 1950 la crítica Aglaia Mitropoulou, amiga y colaboradora de Henri Langlois, creó el Archivo de Cine, que desde entonces se ocupa de resguardar el patrimonio fílmico del país.
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Karalis explica que, como consecuencia de lo anterior, “entre 1945 y 1955 surgió en Grecia una nueva cultura cinematográfica, a pesar de la fuerte presencia de la censura y la persecución de la mayoría de los intelectuales de izquierda [los derrotados en la Guerra Civil]. Los profundos cambios sociales también contribuyeron a la formación de nuevos públicos con mayores exigencias, gustos y aspiraciones sociales. La ocupación alemana y luego, sobre todo, la Guerra Civil, despoblaron el campo; comenzaron las oleadas de emigración a las ciudades desde todas las zonas rurales, que continuaron hasta bien entrada la década del 70”.
Se fundaron nuevos estudios, como Finos Film y AnZervos Film, y la producción de películas se disparó. En 1945 se realizaron seis en el país; en 1955 fueron unas 20; y en 1966 se alcanzó la cifra récord de 177. En esos años hubo de todo, en particular historias que se amoldaban a los géneros más populares: el melodrama, la comedia, el musical, los films de montaña. Pero también se hicieron películas con pretensiones que iban más allá del mero entretenimiento.
Bitter Bread (Pikro psomi, 1951), de Grigoris Grigoriou, sobre un padre pobre que trata de salir adelante con su familia, y Black Soil (Mavri gi, 1952), de Stelios Tatasopoulos, narración de las penurias de los trabajadores mineros en la isla Naxos, estaban claramente influidas por el neorrealismo, e incluso integraban a actores no profesionales en los elencos. Unos años después comenzaron a aparecer films basados en las antiguas tragedias griegas, como Antígona (Antigoni, 1961), de Yorgos Tzavellas, o Electra (Ilektra, 1962), de Michael Cacoyannis. En el período también empezó a filmar Maria Plyta (1915-2016), la primera directora del cine griego, dueña de una obra prolífica y totalmente desconocida fuera de su país. Un par de coproducciones con Estados Unidos tuvieron mucho éxito en todo el mundo y renovaron el interés por la cultura griega: Nunca en domingo (Pote tin Kyriaki, 1960), de Jules Dassin, y Zorba, el griego (Alexis Zorbas, 1964), de Cacoyannis. La imagen del país como centro turístico internacional y paraíso de evasión, planteada en comedias románticas como Some Like It Cool... (Merikoi to protimoun kryo..., 1963), de Giannis Dalianidis, coincidió con un crecimiento sin precedentes de la industria turística en los 60. La aventura bélica hollywoodense Los cañones de Navarone (The Guns of Navarone, 1961), de J. Lee Thompson, filmada principalmente en la isla de Rodas, convirtió a la actriz Irene Papas en una figura internacional.
Vale la pena detenerse brevemente en un puñado de nombres y títulos de esos años, muy diferentes entre sí pero todos notables. Puede ser un modo de adentrarse en esta etapa del cine griego, de transición entre el clasicismo y la modernidad, plagada de grandes películas. Todas estas, además, se consiguen con facilidad por ahí.
Karalis sostiene que la conmovedora The Counterfeit Coin (Istoria mias kalpikis liras, 1955), de Yorgos Tzavellas, fue “el primer gran logro formal” del cine griego. A partir de una moneda de oro falsificada que va pasando de mano en mano, el director anuda cuatro historias de otro modo inconexas en variadas zonas de Atenas. Todos los episodios son muy distintos en tono y climas, pero comparten la idea de que es posible crear vínculos genuinos entre personas de muy diferentes orígenes y realidades. Y están atravesados por una gran sensibilidad por los que menos tienen.
Mucho antes de presentar Zorba, el griego, Michael Cacoyannis hizo varias películas interesantes y al menos una obra maestra: Stella (1955). El film, levemente inspirado en la ópera Carmen, se centra en las vicisitudes de una protagonista (Melina Mercouri, en su magistral debut en el cine) que se debate entre la independencia y una relación permanente. La historia se narra de forma intensa, sensual, lúcida y formalmente audaz hasta explotar en un final (que bebe tanto de la tragedia griega clásica como del western) más poético que realista en su feminismo.
Kostas Manoussakis fue una de las personalidades más esquivas del cine griego. Sólo realizó tres largometrajes en ocho años y decidió retirarse cuando apenas tenía 31 años. Su última obra es The Fear (O fovos, 1966), un retorcido thriller que recuerda a algunos aspectos de la obra de Alfred Hitchcock -en especial Psicosis (Psycho, 1960)- y a los locos melodramas que en esos años estaba haciendo en Corea del Sur el director Kim Ki-young. Pocos diálogos, grandes climas y mucho ingenio visual le otorgan gran potencia a esta crítica a la institución familiar, su represión sexual y su machismo.
Otro de los directores importantes del período fue Nikos Koundouros (1926-2017), un realizador prolífico que se mantuvo activo hasta el final de su larga vida. En esta edición veremos su segunda película: la notable El ogro de Atenas (O Drakos, 1956), un recorrido casi místico por los bajos fondos de la ciudad capital que en el momento de su estreno fue un fracaso pero desde hace unos cuantos años es considerada un obra cumbre. Theo Angelopoulos, acaso el más grande director griego de las últimas cinco décadas, definió a El ogro de Atenas en 1966 (cuando trabajaba como crítico de cine) como “la película más importante jamás filmada” en la historia del país.
EL OGRO DE ATENAS
Título original: O Drakos
Director: Nikos Koundouros
Protagonistas: Dinos Iliopoulos, Margarita Papageorgiou, Giannis Argyris, Thanasis Vengos
País: Grecia
Idioma: griego
Año: 1956
Duración: 99 minutos
Para leer después de ver la película
¿Qué es El ogro de Atenas? ¿Una comedia deadpan? ¿Un melodrama policial? ¿Un musical existencialista? ¿Un drama criminal con condimentos de film noir? ¿La parábola de un hombre gris que descubre súbitamente una nueva vida? ¿Un comentario alegórico sobre la actualidad política de la Grecia de posguerra? ¿Una fantasía surrealista envuelta en las Fiestas de Fin de Año? Acaso sea un poco de todo esto, junto pero no revuelto, y ahí radique parte de su genio.
El protagonista es Thomas (Dinos Iliopoulos, en uno de los trabajos más recordados de su infinita trayectoria), un empleado bancario de existencia plana, sin dinero siquiera para comprarse un nuevo abrigo. Es, sobre todo, un hombre que está muy solo. Un día, en la víspera de Año Nuevo, aparece en el diario la foto de un célebre criminal, apodado El Ogro (en realidad es El Dragón en griego, pero la distribución internacional de la película decidió cambiar de criatura). Y se parece mucho a él, demasiado. A partir de allí se irá involucrando con el submundo del hampa de Atenas y se relacionará con Roula (Margarita Papageorgiou), una joven cantante de un cabaret de mala muerte. Entre ambos aparecerá el Gordo (Giannis Argyris), que está interesado en Roula y además planea un gran golpe: robar una de las columnas del Templo de Zeus Olímpico y vendérsela a unos estadounidenses.
El ogro de Atenas tiene elementos del film noir, en especial cierto uso de las luces y las sombras y una sensación de fatalidad que atraviesa todo el relato. Pero también altera algunos de sus códigos. El protagonista no es un tipo duro y astuto sino un empleado ordinario, un hombre tímido, del montón. Y la femme fatale es reemplazada por una jovencita, casi adolescente, que refunfuña cuando su jefe no la deja salir a mirar vidrieras. En este sentido, Karalis sostiene en A History of Greek Cinema que la película, al tomar y trastocar algunos códigos genéricos, es “el texto más subversivo y revolucionario del cine griego: tanto formal como ficcionalmente reconfiguró la estética de la representación visual como un contraestilo, en oposición a las formas dominantes de la narración, que con su completitud y circularidad confirmaban el orden de pensamiento imperante. Con Koundouros, la estética de la oposición estableció su presencia perpetua en el cine griego como una declaración estética completa e incontestable”.
El guión de la película fue creación de Iakovos Kabanellis, gran poeta, dramaturgo y guionista griego, sobreviviente del campo de concentración de Mauthausen, en Austria, durante el nazismo, y exiliado en las islas del Mediterráneo luego de la Guerra Civil por sus ideas políticas. Acaso de allí provenga el clima de encierro que transmite El ogro de Atenas, con sus calles oscuras y la ausencia de un horizonte claro. La única escena luminosa de la película es la que transcurre en el último día del año, cuando Thomas y Roula salen a pasear juntos. Pero hasta esa soleada tarde termina mal.
“Nikos Koundouros representó otra realidad urbana: la de los siniestros bajos fondos y las oscuras sombras que acechan bajo las versiones oficiales del orden imperante. Koundouros exploró los subtextos dentro de la sociedad griega, experimentando con la forma y el espacio, la realidad y la neurosis, la locura y la cordura para romper la autonomía morfológica del realismo crispado [...] y crear un cine de formas fluidas y espacios ilusorios”, sostiene Karalis. “La historia era bastante común: la identificación errónea de un hombre ordinario como un notorio criminal devela la violencia y la agresividad latentes de una sociedad con personas asustadas y frustradas. El simbolismo era demasiado fuerte como para dejarlo pasar: el espectador comprendía que la policía iba detrás de cualquiera, persiguiendo a todos e incriminando a transeúntes inocentes”, agrega.
El escritor estadounidense Jonathan Franzen menciona a El ogro de Atenas en su celebrada novela Libertad (2010). Y ofrece, a través de sus personajes, otras posibles interpretaciones de la película. En la historia, Patty y Walter, los protagonistas, asisten a una función gratuita de la película en una facultad de arte, y luego, durante la cena, la discuten. Escribe Franzen:
Más tarde, durante la cena en Vescio’s, él interpretó la película como una parábola del comunismo en la Grecia de posguerra y le explicó a Patty que Estados Unidos, necesitado de miembros para la OTAN en el sudeste europeo, había fomentado la represión política en la zona desde hacía mucho tiempo. El contable, explicó, era el clásico hombre de a pie que, aceptando por fin su responsabilidad, se une a la lucha violenta contra la represión derechista. Patty bebía vino.
—No estoy de acuerdo en absoluto —respondió—. En mi opinión, plantea que el protagonista nunca ha tenido una vida auténtica, porque ha sido siempre muy responsable y tímido, y no tenía la menor idea de lo que en realidad es capaz de hacer. Nunca ha llegado a estar de verdad vivo hasta que lo confunden con El Ogro. A pesar de que después de eso sólo vive unos días, no le importa morir, porque por fin de verdad ha hecho algo con su vida, y descubierto su potencial.
Walter se mostró sorprendido.
—Pero ésa es una manera totalmente absurda de morir —afirmó—. No consiguió nada.
—¿Y por qué lo hizo, pues?
—Por solidaridad con la banda que le salva la vida. Toma conciencia de que tiene una responsabilidad para con ellos. Son oprimidos, y lo necesitan, y él les es leal. Muere por lealtad.
Pero antes de la muerte de Thomas hay una escena extraordinaria en el cabaret. Están todos reunidos allí, antes del gran golpe, preparándose. Alguno de afeita, otro cose unos pantalones, uno le escribe una carta a la madre. “Todos somos lobos solitarios. Un hombre necesita a sus semejantes”, le dice el Gordo a Thomas. “¡El que sabe vivir... también debe saber morir! En lugar de llenar papeles en un banco…”, improvisa el protagonista, y logra una ovación de todos los presentes. Acaso se siente vivo por primera vez, pero ya es tarde: el Gordo ya sabe que él no es El Ogro. Comenzará entonces un celebración dionisíaca, una especie de orgía masculina danzante, en la que todos los involucrados irán narrando sus penurias. El baile final.
Si tenés ganas de algo más…
- Subtitulé un tráiler de El ogro de Atenas, de cuando la película se editó por primera vez en video. Lo podés ver en el canal de YouTube de este newsletter.
- En 2006, la Asociación Panhelénica de Críticos de Cine organizó una encuesta para elegir las diez mejores películas de la historia de Grecia. El ogro de Atenas quedó primera en la lista, que podés ver en Letterboxd.
- En esa lista también apareció la extraordinaria La foto (I fotografia, 1986), de Nikos Papatakis, que comenté en la edición número 12 de Cinematófilos. Acá podés acceder a esa entrega, que narra la increíble historia de Papatakis (que va de Sartre a John Cassavetes, de Anouk Aimée a The Velvet Underground, de Boris Vian a Michel Piccoli).
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