PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 2 DE OCTUBRE DE 2021
Esta semana en Cinematófilos, una gran película de uno de los más radicales y olvidados directores del cine europeo. Más abajo vas a encontrar el link para acceder a la película. Te recomiendo que la descargues en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
La larga vida de Nikos Papatakis merecería una extensa y minuciosa biografía que, hasta dónde sé, nadie ha escrito aún. Nació en África pero los franceses lo consideraban griego. Combatió en una guerra, sufrió más de una vez el exilio, salió a robar cuando no tenía ni para comer y luego manejó un club donde cada noche se reunían muchas de las más célebres personalidades de la intelectualidad del París de posguerra. Ayudó a producir uno de los films más trascendentes de la historia del cine independiente estadounidense y, más tarde, dirigió cinco películas, todas extrañas, a su modo subversivas, en general polémicas y, hasta hace muy poco, totalmente olvidadas. Recorramos entonces la increíble vida de Papatakis y veamos uno de sus largometrajes, el más “clásico” y accesible, y uno de los mejores.
Hijo de un blanco de origen griego y de una negra, Papatakis nació en 1918 en la ciudad de Adís Abeba, capital de lo que entonces era el Imperio etíope. Pasó su infancia entre Grecia y Etiopía hasta que, en 1935, la Italia de Benito Mussolini invadió territorio africano. Papatakis, entonces de 17 años, se enroló en el ejército de Haile Selassie para combatir a los ocupantes. Dos años más tarde, ante la victoria de las tropas fascistas, debió exiliarse, primero en Libia y luego en Grecia. Finalmente arribó a Francia en 1939 sin una moneda en el bolsillo.
En París conoció a Jean Genet y se convirtieron en grandes amigos. Más de una vez debieron salir a robar para comer. El escritor y poeta se enamoró de Papatakis, que era heterosexual, y hasta llegó a dedicarle algún poema a “Nico, el Dios Greco-Etíope”. A partir de su amistad con Genet empezó a frecuentar los bares y locales nocturnos del barrio de Saint-Germain-des-Prés, donde se reunían artistas e intelectuales. Allí conoció a la pintora italiana de origen argentino Leonor Fini, que lo retrató desnudo en 1941.
En 1947, asociado con unos amigos, Papatakis comenzó a manejar el cabaret y teatro La Rosa Roja (La Rose Rouge), en la orilla izquierda del Sena. Era un punto de encuentro de gente como André Breton, Jean-Paul Sartre, Jacques Prévert y Boris Vian, entre otros. Por ese escenario pasaron artistas como Juliette Gréco cuando estaba empezando su carrera o el cuarteto vocal Les Frères Jacques. Todo ese movimiento cultural quedó reflejado en la película La rose rouge (Marcello Pagliero, 1951), donde Papatakis aparece haciendo de sí mismo.
Con el buen dinero que ingresaba del cabaret Nico, como lo conocían todos en Francia, decidió producir la única película dirigida por Genet: Una canción de amor (Un Chant d'Amour, 1950), un mediometraje sin diálogos que narra el deseo sexual entre dos presos separados por un muro y un guardia cárcel que los observa. El contenido homosexual, por momentos explícito, generó mucha controversia y la película estuvo prohibida varios años. Para recuperar la inversión Papatakis llegó a vender algunas copias clandestinamente a acaudalados intelectuales, en general gays, que no tenían otro modo de verla.
En 1951 se casó con la actriz Anouk Aimée, con quien convivió tres años y tuvo una hija. En 1954 vendió La Rosa Roja a un inversor argentino y en 1957, enojado con la política de Francia en Argelia, decidió irse a Estados Unidos. En Nueva York tuvo un romance con la modelo alemana Christa Päffgen, que decidió tomar el nombre de él, Nico, como su seudónimo artístico y más tarde se haría famosa al participar en el extraordinario primer disco de The Velvet Underground.
En Nueva York Papatakis conoció a John Cassavetes, también con antepasados griegos, que acababa de filmar su primera película, Sombras (Shadows, 1959). Las primeras proyecciones no habían dejado conforme a Cassavetes, que decidió filmar nuevas escenas y reeditarla. Papatakis se había entusiasmado con el film a partir de un elogioso texto de Jonas Mekas en The Village Voice, así que le terminó dando 5 mil dólares a Cassavetes para producir esta nueva versión.
De regreso en Francia, Papatakis intentó producir una versión cinematográfica del libro de memorias La question (1958), en el que Henri Alleg narraba los métodos de tortura utilizados por Francia en la guerra de Argelia. Sartre se iba a encargar del guión y Alain Resnais de la dirección, pero el proyecto no se pudo llevar a cabo. Entonces decidió dirigir su primera película.
Los abismos (Les Abysses, 1963) está inspirada en el famoso caso de las hermanas Christine y Léa Papin, dos empleadas domésticas que en 1933 habían asesinado a sus empleadores. La presentación del film en el Festival de Cannes fue un escándalo, y muchos intelectuales de renombre (notablemente Sartre y Simone de Beauvoir) salieron a defender la creación de Papatakis. Otro que vio la película y quedó encantado fue Julio Cortázar, como lo hizo saber en una carta que le envió a su editor y amigo Francisco “Paco” Porrúa en enero de 1965: “[Me despido] No sin antes preguntarte si viste una película de Nico Papatakis, que se llama aquí Les abysses, y que es increíblemente extraordinaria. Se basa en la historia real de dos hermanas francesas que, hace unos 30 años, asesinaron a sus patrones en una granja francesa. En aquel entonces los surrealistas las defendieron, y la película, fiel a ese espíritu, las muestra en su tremenda verdad. Si la viste decime qué te pareció. ¿Viste The Servant [El sirviente, 1963], de Joseph Losey? Parece que es el año de los criados en el cine. Y qué año”.
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Papatakis regresó a Grecia para su segunda película, Los pastores (Oi voskoi, 1967, conocida en inglés como The Shepherds of Calamity o Thanos and Despina). Terminada de modo clandestino durante los primeros meses del golpe militar de ultraderecha que había tomado el poder, Los pastores narra el trágico romance entre un campesino pobre y la hija de un terrateniente (interpretada por Olga Karlatos, su esposa en esos años) y funciona como crítica al conservadurismo político, social y religioso de la Grecia de la época. La dictadura la prohibió de inmediato.
Su tercera película fue aún más controversial: Gloria Mundi (1976), filmada en Francia. Es una metaficción acerca de una actriz (otra vez Karlatos) que debe interpretar a una terrorista árabe en una película sobre la guerra de Argelia, y decide torturarse a sí misma en la preparación para el rol. Se trata, según escribió la crítica Yonca Talu en la revista Film Comment, de “la película más psicodélica e intelectualmente desafiante” de Papatakis, que generó un escándalo en el momento de su estreno (amenazas de bomba incluidas) y recién pudo volver a verse en París en 2005.
La obra de Papatakis permaneció olvidada durante mucho tiempo. Recién en los últimos años sus películas comenzaron a ser rescatadas y revaluadas. En 2015 la productora francesa Gaumont lanzó una caja con todos sus largometrajes en DVD, que el gran crítico estadounidense Jonathan Rosembaunm eligió como uno de los mejores lanzamientos en video del año. Y en estos momentos The Criterion Channel, uno de los mejores servicios de streaming del mundo (disponible sólo en Estados Unidos y Canadá), está ofreciendo un ciclo completo de su obra en nuevas digitalizaciones de materiales restaurados: “Sorprendentes, subversivas y explosivamente controvertidas, las películas del iconoclasta griego de origen etíope Nico Papatakis han sido durante mucho tiempo difíciles de conseguir hasta lo frustrante, pero constituyen uno de los cuerpos de trabajo más radicales y olvidados de todo el cine europeo”. Hoy veremos su cuarta película, La foto (I fotografia, 1986), que realizó en Grecia. Se trata de su obra más accesible y conmovedora, y también una de sus mejores creaciones. Los subtítulos en castellano fueron confeccionados especialmente para esta edición del newsletter, porque no había.
LA FOTO
Título original: I fotografia
Director: Nikos Papatakis
Protagonistas: Hristos Tsagas, Aris Retsos, Zozo Zarpa
País: Grecia y Francia
Idioma: griego y francés
Año: 1986
Duración: 112 minutos
Para leer después de ver la película
El viernes 21 de abril de 1967 a la madrugada un grupo de coroneles dio un golpe de estado en Grecia. Derrocaron a un gobierno interino que ya había llamado a elecciones, que se celebrarían dentro de un mes y que tenían a Yorgos Papandréu, líder de una coalición de centro, como claro favorito. Ese día comenzó la llamada Dictadura de los Coroneles, una serie de gobiernos de extrema derecha que controlaron al país hasta mediados de 1974. Entre otras cosas, impusieron la censura, restringieron las libertades individuales y persiguieron, encarcelaron u obligaron al exilio a muchos opositores, en particular a los sospechados de comunistas. La foto transcurre íntegramente en ese contexto: la acción comienza en septiembre de 1971 y se extiende hasta agosto de 1974.
Una interpretación bastante extendida es ver a la película como una ilustración de la dialéctica del amo y el esclavo planteada por Hegel, una idea que Papatakis ya había explorado en Los abismos. El joven Ilias depende de Gerasimos y, por tanto, tiene que satisfacer sus deseos para poder mantener su posición mientras consigue que, al mismo tiempo, Gerasimos dependa de él. A esto se le puede agregar un subtexto homoerótico, una callada tensión sexual que enrarece el lazo entre ellos y que se canaliza a través de las cartas que, supuestamente, escribe la hermana de Ilias.
Pero la relación entre ambos, elemento central de La foto, va mucho más allá. Ilias se siente al borde de la locura, y teme caer en ese lugar oscuro, en esa boca del lobo. Cuando lo torturaron por ser hijo de un militante comunista lo que lo salvó fue la palabra, su propia palabra: logró mantener cierta lucidez porque hablaba consigo mismo mientras estaba encerrado. La situación le dejó marcas en el cuerpo (que el actor Aris Retsos interpreta con una afección notable, que duele), pero aún tiene algún control de sí mismo.
Gerasimos (Hristos Tsagas, lacónico y preciso) está solo y alienado. Padece un doble desarraigo, el de ser un migrante y el de no poder leer y escribir. Se aferraba a un mandato: vivir para sus padres. Entonces descubre que sus padres murieron hace tiempo. Necesita una nueva excusa para seguir viviendo, y esa excusa es la foto que trae Ilias; no es casualidad que la imagen se le aparezca -la película lo subraya- en el momento en el que está velando a sus padres. El rostro de Alegría se funde por unos instantes sobre la de él siendo un nene de la mano de mamá y papá.
Esa foto será el disparador que crea una ficción -la del posible casamiento con la supuesta hermana- que nunca dejará de crecer. Gerasimos abraza esa esperanza, pura fantasía, mientras Ilias no hace más que alimentar la puesta en escena hasta hacerse su dueño. La película comienza mostrando paisajes soleados, con un tono extraño, que podría sospecharse incluso de comedia. Pero paulatinamente se va volviendo más oscura. La casa se va transformando, y en un momento se asemeja a algo fantasmal, con esos plásticos que (en una escena magistral) cubren todo y hasta se interponen entre ellos.
Sobre el final, mientras Ilias y Gerásimos se abrazan y saltan de alegría después de leer el telegrama, la casa ya está totalmente transformada, colorida, llena de flores. Parece una casita de muñecas, de un cuento de hadas, la culminación luminosa de la mentira que Ilias fue construyendo. Y entonces la acción vuelve a Grecia para ese vehemente final y las últimas palabras del joven, ahora él congelado en una foto:
“Lo maté por amor… Gerasimos Tzivas se ha ido, todavía lleno de sueños, y antes de que la realidad del mundo lo aniquile. Que mi gesto haga pensar a todos aquellos que abandonan su país por un destino que no es el suyo, y que, como Gerasimos y yo, persiguen sin cesar, sin alcanzarlo nunca…”
En su libro A History of Greek Cinema (2012), Vrasidas Karalis interpreta ese final y esas palabras como “una profunda meditación filosófica sobre el destino de los pueblos en diáspora que se aferran a recuerdos elusivos del pasado mientras experimentan la realidad a través de reflejos y sucedáneos, incapaces de afrontar los retos del presente”. Y agrega que, en este sentido, La foto profundiza “con brutal honestidad en el carácter del ‘hombre común’ griego, que se ve incapaz de hacer frente a las presiones históricas, volviendo a un mundo de fantasía lleno de emociones desplazadas y sentimientos reprimidos”.
Papatakis dirigió una película más: Los equilibristas (Les équilibristes, 1991), que en Argentina se emitió alguna vez en el cable hacia fines de los 90. Filmada en Francia e inspirada en situaciones de la vida de Jean Genet, es la historia de un escritor homosexual (Michel Piccoli) que entabla una relación con un trabajador de circo de origen árabe-alemán e intenta convertirlo en el mejor equilibrista del mundo.
En 2003 Papatakis publicó su autobiografía, Tous les désespoirs sont permis, escrita en francés, que no parece haber sido traducida aún a otro idioma. Murió en 2010, a los 92 años. Así lo despidió el crítico italiano radicado en París Federico Rossin, que lo conoció de cerca, en un artículo en el periódico Il manifesto: “Nico Papatakis, artista subversivo, murió el sábado por la noche. Enemigo del poder y defensor de los humillados, basó su cine en impulsos existenciales [...] Era un amigo, un cineasta voluntariamente al margen, un artista excepcional, un hombre libre”.
Si tenés ganas de algo más…
- En 2006 una asociación de críticos de cine griegos organizó una encuesta para elegir las diez mejores películas de la historia del país. La foto quedó en el octavo lugar. Repliqué la lista, que encabeza El ogro de Atenas (O drakos, 1956), de Nikos Koundouros, en Letterboxd.
- Algunos críticos sostienen que la obra de Nikos Papatakis tuvo una fuerte influencia en directores del cine griego más reciente, a los que se suele agrupar bajo la etiqueta Greek Weird Wave (“la ola rara griega”). Por ejemplo, Colmillos (Kynodontas, 2009), de Yorgos Lanthimos, o Attenberg (2010), de Athina Rachel Tsangari. En YouTube podés ver un breve video de Lanthimos, el más internacional de los directores griegos contemporáneos, hablando -en inglés, sin subtítulos- de su amor por Los pastores.
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