PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 30 DE ABRIL DE 2022
Esta semana en Cinematófilos, los maoríes en el cine de Nueva Zelanda. Te recomiendo que descargues la película en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
El primer mamífero en poner un pie en lo que hoy es Nueva Zelanda fue el ser humano. Alrededor del año 1300 comenzaron a llegar desde el norte de la Polinesia hombres y mujeres que, de a poco, fueron ocupando las islas y desarrollando sus propias costumbres culturales. En 1642, más de tres siglos más tarde, cuando los primeros europeos comandados por el navegante holandés Abel Tasman arribaron a la zona, se encontraron con unos nativos hostiles: los maoríes. Cien años después otro europeo, el británico James Cook, mapeó las islas, y unas décadas más tarde los ingleses comenzaron a ocupar el territorio, a menudo de modo violento. El cine neozelandés lidió de diversas maneras con su historia colonial y la opresión a la que fueron sometidos los maoríes. Hoy veremos una gran película que retrata parte de esos conflictos. Y que además Quentin Tarantino, cinéfilo irredento, considera la mejor de la historia del país.
Las primeras imágenes de maoríes que el cine haya registrado quizás correspondan a Gaston Méliès, que entre 1912 y 1913 realizó una serie de documentales y ficciones en un viaje por Nueva Zelanda que hoy se consideran perdidas. Más tarde Hollywood mostró interés en la cultura maorí y su "exotismo" en películas como La calle del Delfín Verde (Green Dolphin Street, 1947), de Victor Saville, o Tierra sin hombres (Until They Sail, 1957), de Robert Wise. Pero también los directores locales, en un país en el que se filmaba poco y nada, retrataron a los habitantes originarios de las islas.
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Rudall Hayward, pionero del cine neozelandés, narró los conflictos entre maoríes y pākehās (como se denomina a los habitantes de las islas con antepasados europeos) en algunas épicas creadas bajo la influencia de El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, 1975), de D. W. Griffith. Quizás la más conocida sea Rewi’s Last Stand (1925), una película que se considera mayormente perdida pero que el director volvió a filmar en 1940 con sonido. Las dos versiones narran la batalla de Ōrākau de 1864 entre tropas británicas y maoríes y la heroica resistencia de Rewi Maniapoto, uno de los líderes nativos. Pero la segunda pone el énfasis en el futuro: a pesar de la violencia del pasado, el país se encaminaba -plantea el film- hacia una convivencia pacífica entre maoríes y pākehās.
Es que la nueva Rewi’s Last Stand (1940), también conocida como The Last Stand, se estrenó en una fecha importante: el centenario del Tratado de Waitangi, un acuerdo entre la corona británica y líderes de diferentes tribus maoríes firmado en febrero de 1840 que algunos historiadores consideran el documento fundacional de la nación. Las implicancias de ese acuerdo sacudieron (y siguen sacudiendo) la política local. El libro New Zealand Cinema - Interpreting the Past (2011) lo resume así: “El asentamiento sistemático en Nueva Zelanda [por parte de colonos británicos] había sido posible gracias a este Tratado, por el que las tribus maoríes habían cedido a la corona británica el kāwanatanga -que significa literalmente ‘gobernación’ en maorí, pero que los británicos entendían como ‘soberanía’ (una distinción semántica que ha causado problemas desde entonces)- a cambio de protección por parte de la Reina, de gozar de los mismos derechos y privilegios que los ciudadanos británicos y de la garantía de que los maoríes seguirían disfrutando de la plena posesión de sus tierras, fincas, bosques, lugares de pesca y taonga (tesoros)”.
El Tratado, escrito en inglés y traducido al maorí, fue reinterpretado, manipulado e ignorado por las autoridades británicas en varias ocasiones, lo que generó todo tipo de conflictos. La película de esta semana se sitúa en ese contexto: Utu (1983), de Geoff Murphy, una ficción épica inspirada en algunas situaciones reales de la guerra entre británicos y maoríes que se desarrolló entre 1845 y 1872. Pero Utu viajaba al pasado para hablar de su presente, de la Nueva Zelanda de fines de los 70 y principios de los 80.
En 1976 el gobierno neozelandés anunció un plan para desarrollar un complejo de viviendas de lujo en Bastion Point, una zona costera de Auckland. Grupos maoríes que reclamaban esas tierras decidieron ocuparlas y se quedaron allí por 506 días, hasta que una represión policial y militar los desalojó. En 1981, los Springboks viajaron a Nueva Zelanda para enfrentar a los All Blacks en una serie de test matches. Por su política interna de segregación racial (el apartheid), Sudáfrica había sido apartada de casi toda instancia internacional. El hecho de que el gobierno neozelandés aceptara que la selección nacional de rugby arribara a jugar a las islas generó una gran ola de protestas en todo el país, porque además algunos veían una conexión entre el racismo sudafricano y el trato a los maoríes. Ambas situaciones, de gran impacto en Nueva Zelanda, fueron documentadas por una mujer que también está vinculada a Utu: Merata Mita.
Mita realizó documentales sobre estos dos hechos: Bastion Point: Day 507 (1980), sobre la toma de tierras, y Patu! (1983), acerca de la represión policial ante las protestas por el tour de los Springboks. Poco después dirigió su primera ficción, Mauri (1988), que retrata la vida de un grupo de maoríes en una comunidad rural. Mita fue la directora de casting de Utu, donde además interpretó un pequeño rol, y en ese rodaje se enamoró del director Geoff Murphy. Estuvieron juntos muchos años (hasta la repentina muerte de ella, en 2010), y tuvieron un hijo, Hepi Mita, que dirigió un bello documental sobre su madre: Merata: How Mum Decolonised the Screen (2018).
Mita -que nació pobre en una comunidad maorí, fue víctima de violencia de género y filmó sus dos documentales más importantes mientras se hacía cargo, sola, de cinco hijos- fue una figura clave del cine indígena kiwi, y su influencia se puede encontrar por ejemplo en la exitosa Boy (2010), de Taika Waititi, de la que fue coproductora. El otro nombre muy relevante de la realización indígena de esos años fue Barry Barclay, hijo de un hombre blanco y una mujer maorí. Entre otras cosas, dirigió la miniserie documental Tangata Whenua (1974), que se emitió con gran repercusión en un horario central de la televisión local y ofreció por primera vez para el gran público un acercamiento a la cultura y la política maorí. Y más tarde presentó Ngāti (1987), ficción ambientada en una comunidad indígena a fines de los años 40. Ambas realizaciones fueron producidas por John O'Shea, otro pionero del cine neozelandés, que con su empresa Pacific Films dirigió los únicos tres largometrajes de ficción del país estrenados entre 1945 y 1970. El primero de ellos, Broken Barrier (1952), es la historia del romance -mal visto según las pautas culturales de la época- entre un periodista blanco y una joven maorí.
Este breve recorrido podría continuar por películas que tuvieron mucha repercusión en su momento, como El amor y la furia (Once Were Warriors, 1994), de Lee Tamahori, o Jinete de ballenas (Whale Rider, 2002), de Niki Caro. Pero pasemos mejor a Utu. Una aclaración: la versión que veremos es la que se conoce como Utu Redux. Se trata de un nuevo montaje del film, unos 20 minutos más breve que la versión estrenada en cines, realizado en 2013 por Murphy y su director de fotografía, Graeme Cowley. Trabajaron a partir de la restauración de lo que pudieron encontrar de los negativos originales, que habían sido mutilados por los productores en su momento para crear una versión del film para el mercado internacional. “La reedición ha hecho que la película sea más fluida y esté más centrada”, sostuvo Murphy en una entrevista en 2013, a propósito del reestreno de Utu en los cine neozelandeses. En Argentina el film no tuvo estreno comercial en cines, pero se lo pudo ver en VHS como Utu, la venganza.
UTU
Título argentino: Utu, la venganza
Director: Geoff Murphy
Protagonistas: Anzac Wallace, Bruno Lawrence, Tim Elliott, Kelly Johnson, Wi Kuki Kaa, Tania Bristowe, Ilona Rodgers, Merata Mita
País: Nueva Zelanda
Idioma: inglés y maorí
Años: 1983
Duración: 107 minutos
Para leer después de ver la película
Luego de ver Utu no es difícil adivinar por qué a Tarantino le gusta tanto. Se podría decir que su modo de abordar la Historia a punta de pistola se parece un poco al de Django sin cadenas (Django Unchained, 2012). Murphy además echó mano a algunos códigos genéricos del western. Pero por su tema, sus personajes, sus paisajes y sus complejidades culturales, la película no podría ser otra cosa que neozelandesa. En este sentido se asemeja a las otras producciones que Murphy hizo en Nueva Zelanda, antes de continuar su carrera en Hollywood -como Persecución infernal (Goodbye Pork Pie, 1980) o La tierra quieta (The Quiet Earth, 1985)-, que tomaban varios elementos muy comunes en el cine estadounidense y los adaptaba a la idiosincrasia de su propio país.
Desde las páginas de The New Yorker, con su habitual impresionismo, Pauline Kael elogió mucho a Utu. Escribió que la película era “fresca y sorprendente”, que trataba su asunto con una “audacia desprejuiciada”, y la definió como una “comedia de terror sobre el colonialismo”. A pesar de lo pesado del tema, Murphy se anima a desperdigar por ahí algunos toques de humor, algo habitual en sus mejores realizaciones. Como el momento en el que los guerreros liderados por Te Wheke (Anzac Wallace) comienzan a saquear la casa de Williamson (Bruno Lawrence) y juguetean con todo lo que van encontrando por ahí. Mientras tanto, Te Wheke se sienta junto a la ventana para leer Macbeth.
En Utu la diversidad de personajes intenta representar toda la complejidad del conflicto. Están los militares ingleses encabezados por el coronel Elliot (Tim Elliott), un tipo bastante tirano y no muy eficiente que no siente el más mínimo respeto por los maoríes (aunque se sugiere que duerme con uno). Elliot tiene una tensa relación con el teniente Scott (Kelly Johnson), que nació en Auckland pero viene de pelear en Sudáfrica, pretende poner en práctica nuevas tácticas y luego se enamora de una maorí. Williamson es el colono que llegó a estas lejanas tierras en búsqueda de una mejor vida, mantiene una relación cordial con los habitantes originarios e incluso habla su lengua. Del lado de los maoríes está Te Wheke, que pasa de ser un colaborador de los británicos a su principal enemigo luego de ver cómo masacraron una aldea. Y también está Wiremu (Wi Kuki Kaa), el personaje más complejo de la película: es un explorador maorí de confianza para los británicos, que dirige a los soldados en la búsqueda de Te Wheke. Pero a lo largo del film nunca estamos del todo seguros de su verdaderas lealtades.
Martin Blythe sostiene en su libro Naming the Other - Images of the Maori in New Zealand Film and Television (1994) que Utu ha sido la película “más dispuesta a explorar una interpretación maorí de los acontecimientos del siglo pasado [por el siglo XIX]”. En maorí, utu puede significar venganza, y aferrándose a esa posible traducción arranca la historia. Son varios los personajes motivados por el deseo de revancha: Te Wheke por la masacre de su gente, Williamson por el asesinato de su esposa, más adelante Scott por la muerte de su deseada Kura. Pero a medida que la narración avanza el significado de utu se va modificando para, en la escena final, adquirir otros: reciprocidad, relacionada con el restablecimiento del equilibrio, la armonía y el orden.
En este sentido, Utu plantea la necesidad de una Nueva Zelanda (o Aotearoa, en maorí) bicultural como posible salida del conflicto. Se trata de una integración que muchas veces fue declamada por las autoridades neozelandesas pero que, en los hechos, durante décadas se parecía más a un intento de asimilación. Recién en 1985 le otorgaron al Tribunal Waitangi -una comisión permanente creada para resolver conflictos en torno al Tratado de Waitangi- facultades retrospectivas a 1840. Y en 1987 el maorí fue elevado a la categoría de idioma oficial del país (junto con el inglés). Utu es en buena medida un reflejo de esas situaciones. Pero también va más allá. Por un lado, sugiere la inutilidad de la religión para mediar en el conflicto, como vemos en la genial escena de la iglesia, cuando Te Wheke decapita al párroco británico que oficia la misa y que momentos antes estaba recitando “todos los que toman la espada perecerán con la espada”. Y, sobre todo, al plantear que el mayor sacrificio en esta construcción bicultural lo están haciendo los maoríes: en el final, Wiremu se revela como hermano de Te Wheke y es él -y no un pākehā- quien lo mata por iniciativa propia.
La académica maorí Cushla Parekowhai lo puso en estos términos en un artículo publicado en la revista neozelandesa Midwest en 1993: “En Utu las distinciones morales se difuminan deliberadamente. Las mitologías americanas de la democracia y la justicia blanca se ven socavadas cuando los pākehā y los maoríes se enfrentan, cada uno a su manera, a la dolorosa realidad que supone el biculturalismo neozelandés. En el juicio y ejecución de Te Wheke, el guerrero renegado, Utu ensaya la redistribución del poder que es un requisito previo para la aparición de una nueva y madura biculturalidad. En esta escena culminante, los maoríes, y no los pākehā, controlan los propósitos maoríes. Claramente, esto afirma un posible orden indígena en el que la justicia para los maoríes no sea sólo una apariencia, sino algo que efectivamente se hace”.
Si tenés ganas de algo más…
- Subtitulé un fragmento de una entrevista de 2016 en la que Quentin Tarantino habla sobre el cine de Nueva Zelanda y elige a Utu como su película favorita de ese país. Lo podés ver en el canal de YouTube del newsletter. Es fascinante el entusiasmo con el que habla Tarantino, y en el final incluso menciona una película tan genial como poco conocida: Mr. Wrong - En la oscuridad de la noche (Mr. Wrong, 1984), de Gaylene Preston.
- Y hablando de Gaylene Preston, fue la directora del documental Making Utu (1983), que registró el detrás de escena del rodaje de la película, en su momento la producción más grande realizada por neozelandeses en el país. En el excelente sitio NZ On Screen -fuente fundamental de información para este texto- podés ver un fragmento del documental, con testimonios del director, algunos actores, Merata Mita y el asesor cultural del film, el académico Joe Malcolm.
- En la entrevista Tarantino menciona otra película neozelandesa que le gusta mucho, y que fue la protagonista del primer envío de la historia de este newsletter: la extraordinaria Smash Palace (1981), de Roger Donaldson. Si te sumaste al newsletter en las últimas semanas, acá podés acceder al texto de aquella entrega, que incluye una introducción a la historia del cine kiwi.
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