Esta semana en Cinematófilos, amores y desamores en una de las mejores películas de Claude Berri, el “patrón” del cine francés. Más abajo vas a encontrar el link para acceder al film. Te recomiendo que lo descargues en tu computadora para poder verlo cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
Tu aporte es muy importante para este proyecto. Más adelante encontrarás los links para colaborar, tanto desde Argentina como desde el exterior. ¡Muchas gracias!
Para leer antes de ver la película
Claude Berri fue durante cuatro décadas una figura central del cine francés. Como actor, director, guionista, productor y distribuidor estuvo involucrado en todo tipo de proyectos: desde blockbusters globales del cine-arte hasta pequeñas y olvidadas obras opacadas por su remake hollywoodense, desde costosas superproducciones de época hasta sentidas narraciones de corte autobiográfico. Cuando murió en 2009, a los 74, Nicolas Sarkozy lo aclamó como “la figura más legendaria” de la cinematografía de su país, el entonces presidente del Festival de Cannes, Gilles Jacob, aseguró que “el cine francés es ahora huérfano”, y el periódico inglés The Guardian se preguntó si no era “el director galo más influyente de la posguerra”. Su funeral, en el cementerio de Bagneux, fue muy concurrido, y los nombres de algunos de los asistentes dicen mucho sobre su importancia: Anouk Aimée, Jean-Jacques Annaud, Fanny Ardant, Emmanuelle Béart, Bertrand Blier, Costa-Gavras, Alain Delon, Catherine Deneuve, Roman Polanski.
A Berri lo apodaron “el patrón”, “el padrino”, “el emperador” o “el patriarca”, no siempre de modo elogioso. Más de una vez fue acusado de tener un trato demasiado duro y exigente con técnicos y artistas durante los rodajes. “Cuando un director es tan posesivo con su película, es una pesadilla. No se puede trabajar con alguien así”, se quejó Juliette Binoche en 1996, luego de que Berri la despidiera durante la filmación de Lucie Aubrac (1997). Pero detrás de la figura del empresario todopoderoso, de sus grandes éxitos -como Bienvenidos al país de la locura (Bienvenue chez les Ch'tis, 2008), de Dany Boon, que con más de 20 millones de entradas vendidas se convirtió en la película francesa más taquillera de la historia- y de todas las polémicas, Berri fue también un director inteligente y sensible, en ocasiones formalmente arriesgado, que realizó al menos media docena de películas notables.
“Hay algo de David O. Selznick en este hijo de inmigrantes judíos, que trabajó como peletero antes de ser actor. Y hay algo parecido a Lo que el viento se llevó [Gone with the Wind, 1939] en el asombroso éxito de Jean de Florette y Manon del manantial. Estas adaptaciones de Marcel Pagnol son más ricas que Lo que el viento... como dramas humanos, pero el alcance de las dos películas, los valores de producción, la maravilla de que todo se haya hecho con tal dominio de la energía, el detalle y el gusto tiene más que ver con el espectáculo a la antigua usanza que con el arte. Y el imperio de Berri se basa con seguridad en los dos éxitos, mientras que Selznick dejó que la recompensa de Lo que el viento... cayera en otras manos”, opina el británico David Thomson en la entrada dedicada a Berri de su The New Biographical Dictionary of Film (2014).
Efectivamente, luego del rotundo suceso en todo el mundo del díptico Jean de Florette (1986) y Manon del manantial (Manon des sources, 1986), que escribió, produjo y dirigió, Berri quedó asociado al ciclo que los franceses denominan cinéma de patrimoine: películas de época, costosas, que transponen obras literarias o teatrales de importantes autores franceses o narran hechos relevantes de la historia del país y están pensadas, también, para el mercado internacional. Fueron producciones apoyadas por el gobierno de François Mitterrand, que las alentaba a través del Ministerio de Cultura que en esos años ocupaba Jack Lang. Con su empresa Renn Productions, Berri se involucró en la realización de varias películas del ciclo como Valmont (1989), coproducción con Inglaterra dirigida por Miloš Forman; El amante (L’amant, 1992), de Jean-Jacques Annaud; o La reina Margot (La reine Margot, 1994), de Patrice Chéreau. Y también dirigió un par: Uranus (1990) y Germinal (1993). Ésta última, transposición de la novela de Émile Zola, fue tan exitosa en su país que compitió mano a mano en la taquilla local con Jurassic Park (1993), de Steven Spielberg.
Una parte de la crítica argentina suele denominar a estas realizaciones como “de qualité”, una etiqueta peyorativa que las asocia con el cine que en los años 50 criticaban los integrantes de Cahiers du cinéma. Son, suelen argumentar, productos audiovisuales más que películas, que intentan capturar el prestigio de otras artes (teatro, literatura, pintura, música) y jamás se interesan por explorar lo intrínsecamente cinematográfico. Es innegable que hay algunos bodoques insoportables dentro del cinéma de patrimoine, pero no creo que sea el caso de las dos primeras de Berri. Jean de Florette y Manon del manantial son placenteras y ligeras (sobre todo la primera), aunque sin trivializar su asunto, con una narración que avanza sin dependencia de los diálogos y una puesta en escena que hace un gran uso de los espacios naturales. Creo, de todos modos, que lo más interesante de Berri como director es su etapa previa.
Nacido en París en 1934 como Claude Langmann, Berri comenzó a trabajar como actor en los años 50 y consiguió papeles de reparto en algunas películas importantes, como Estas buenas mujeres (Les bonnes femmes, 1960), de Claude Chabrol, y La verdad (La vérité, 1960), de Henri-Georges Clouzot. En esos años Jean-Louis Trintignant le presentó a Maurice Pialat, con quien forjó una gran amistad. Hicieron juntos el corto Janine (1962) e incluso fueron cuñados: Arlette Langmann, hermana menor de Berri, estuvo varios años en pareja con Pialat y escribió varias de sus películas. A nuestros amores (À nos amours, 1986), de hecho, estuvo inspirada en la historia de la familia Langmann.
Berri se lanzó a dirigir con Le poulet (1963), tierno cortometraje que le dio un premio Oscar. Y luego hizo una serie de películas que poco y nada tienen que ver con lo que asociamos al peor “cine de qualité”. En la maravillosa El niño y el viejo (Le vieil homme et l'enfant, 1967), que tiene mucho de autobiográfica, narró la relación entre un nene judío al que mandan a vivir al campo durante la ocupación alemana de Francia y el anciano que lo recibe, un tipo cálido y divertido que es antisemita.
François Truffaut, amigo de Berri, amó la película y la defendió enfáticamente: “Hace veinte años que estoy esperando la película real de la Francia real durante la ocupación real, la película de los franceses de la mayoría, o sea, de aquellos que no estuvieron comprometidos ni con la resistencia ni con los colaboracionistas, de aquellos que no hicieron nada, ni para bien ni para mal, de aquellos que esperaban sobreviviendo, como los personajes de Beckett […] Pero ahora se estrena el primer film de Claude Berri, El niño y el viejo, y damos por buena tan larga espera”, escribió, en uno de los artículos compilados en el libro Las películas de mi vida (1975). Berri continuó narrando su propia historia en otras películas de corte autobiográfico, notablemente en la bella Le cinéma de papa (1971).
SI NO USÁS MERCADO PAGO, PODÉS HACER UNA TRANSFERENCIA POR EL VALOR QUE ELIJAS AL SIGUIENTE CBU: 0170056540000030252347 (ALIAS: MIEL.PODER.DELFIN)
Hay tres films de Berri de la etapa previa a Jean de Florette que me gustan mucho y no son tan conocidos. El primero es Un momento de tontería (Un moment d'égarement, 1977), sobre un hombre divorciado de 40 y pico que se enamora de la hija de 17 años de su mejor amigo durante unas vacaciones en las playas de Saint-Tropez. En lugar de buscar el chiste fácil sobre la diferencia de edades o de apelar al drama de un romance incierto, la película explora la amistad masculina y la incapacidad de un diálogo sincero entre los dos hombres. Es mucho más conocida su remake hollywoodense, Échale la culpa a Río (Blame It on Rio, Stanley Donen, 1984).
Destino violento (Tchao pantin, 1983), que en Argentina se conoció en VHS, es un neo-noir sentimental y refinado en torno a la improbable relación entre dos personajes solitarios: un alcohólico ex policía que atiende una estación de servicio (el comediante Coluche, notable) y un joven traficante de drogas. Como suele ocurrir en el cine negro, el pasado irrumpe de modo inesperado y trastoca todo en esta historia, que Berri situó en una París nocturna y húmeda que bien podría inscribirse dentro del cinéma du look que estaba surgiendo en el cine francés de esos años.
La tercera película notable es la que veremos esta semana en Cinematófilos. Y no podría estar más alejada, en su tema y en su forma, al costoso cine de época que Berri haría unos años más tarde: Yo los amo (Je vous aime, 1980). Cuenta, además, con un elenco inigualable: Catherine Deneuve, Jean-Louis Trintignant, Gérard Depardieu y Serge Gainsbourg.
YO LOS AMO
Título original: Je vous aime
Director: Claude Berri
Protagonistas: Catherine Deneuve, Jean-Louis Trintignant, Gérard Depardieu, Serge Gainsbourg, Alain Souchon, Christian Marquand
País: Francia
Idioma: francés
Año: 1980
Duración: 104 minutos
Para leer después de ver la película
En las últimas décadas, diversos críticos y académicos vienen analizando lo que identifican como una creciente complejidad narrativa en el cine contemporáneo. Hay un par de libros sobre el tema, que utilizan el término puzzle films para describir una serie de películas que se alejan de las técnicas y los códigos de la narración clásica para aventurarse en territorios más intrincados. La etiqueta reúne títulos tan disímiles como Memento, recuerdos de un crimen (Memento, 2000), de Christopher Nolan, y Suzhou River (Suzhou he, 2000), de Lou Ye; tan diferentes como Con ánimo de amar (Fa yeung nin wah, 2000), de Wong Kar-wai, y Oldboy: Cinco días para vengarse (Oldeuboi, 2003), de Park Chan-wook. En resumen, lo que agruparía a estos films sería su pretensión explícita de alejarse de una manera lineal y progresiva de contar una historia.
“Por complejidad narrativa entendemos un tipo de complejidad estructural-constructiva en la lógica de la narración. Esta complejidad puede observarse a través de la creciente popularidad de lo que críticos y académicos han denominado narrativas de base de datos, multilineales, de senderos que se bifurcan, fractales, episódicas, de trama alternativa, cubistas, en bucle, modulares, de múltiples borradores, multiformes, embebidas, de hipervínculos u otras formalmente no convencionales”, explican Miklós Kiss y Steven Willemsen en el libro Impossible Puzzle Films - A Cognitive Approach to Contemporary Complex Cinema (2017).
La palabra puzzle se usa en esas publicaciones en su definición más amplia: como un acertijo, misterio o enigma narrativo que hay que resolver. Si nos ciñéramos al término rompecabezas (jigsaw puzzle en inglés) y lo trasladáramos literalmente al cine, podríamos pensar en historias que presentan sus piezas de modo deliberadamente desordenado, y entonces desafían al espectador a ir acomodándolas mientras mira la película para armar la pintura completa. En este sentido, no se me ocurre un mejor ejemplo que Yo los amo.
Claude Berri elaboró una ambicioso tejido de flashbacks para presentar la historia sentimental de Alice (Catherine Deneuve) a lo largo de varios años. En el comienzo, el presente de la historia, la vemos despidiéndose de Claude (Alain Souchon) y su hijo, que se van de viaje. En la siguiente escena, mientras corren los créditos, ya estamos en el pasado: Alice está manejando de regreso a su casa en la víspera de Nochebuena. Este primer flashback es el que ocupará la mayor parte de la narración, y a su vez irá disparando otros. En algún momento vemos imágenes que podríamos denominar informalmente como flashbacks de cuarto nivel; es decir, un flashback dentro de otro flashback, que a su vez estaba dentro de un flashback que, al mismo tiempo, era un flashback en relación al presente narrativo. Un ejemplo es la escena en la que Alice asiste a la filmación del videoclip de Simon (Serge Gainsbourg).
Lo que hace fascinante a Yo los amo es que estos saltos temporales en la historia carecen de una demarcación clásica. Aparecen por corte directo, sin transiciones evidentes, por lo que de entrada no sabemos bien dónde ubicar cronológicamente los sucesos que vamos viendo. Berri, por supuesto, no inventó este dispositivo narrativo. En el cine francés podemos encontrar estrategias similares en algunas obras de Alain Resnais o Jacques Rivette. Y en este newsletter ya programé una película que utiliza el flashback de modo parecido: la alemana Huella de piedras (Spur der Steine, 1966), de Frank Beyer.
“Algunos films son tan complicados y enrevesados que uno siente que necesita la asistencia de un instructivo mientras los ve. Así ocurre con este producto importado desde Francia plagado de flashbacks que dirigió Claude Berri”, se quejaron Mick Martin y Marsha Porter en su Video Movie Guide, una guía anual similar a la de Leonard Maltin que se editó hasta 2006. Y agregaron que la narración “salta y salta de un lado a otro de la vida de la protagonista de forma tan confusa que da la sensación de tener que pausar de vez en cuando para entender lo que acabás de ver”. En una publicación similar, la Bloomsbury Foreign Film Guide (1992) de Ronald Bergan y Robyn Karney, plantearon que la película es enmarañada y hasta tramposa: “Hay algunos extraños agujeros y confusiones en la trama: el padre de Jérôme [el hijo mayor de Alice], por ejemplo, aparece una vez durante unos segundos, lo que desmiente la impresión que nos hemos formado de que pertenece a Simon”.
Hay muchas películas tramposas, que no intentan distraer o engañar al espectador con herramientas nobles sino que directamente le mienten. Pero no es este el caso. La complejidad de Yo los amo no es un ejercicio sin sentido, un alarde de modernidad insustancial, sino que forma y fondo van de la mano. La incertidumbre narrativa acompaña a la de su personaje principal, Alice, una mujer que padece -podría decir un psicoanalista- una compulsión a la repetición. Berri no pretende establecer una comprensión clara entre causa y efecto, sino dibujar un gran fresco de relaciones y emociones. Y entonces la fragmentación, el ir y venir permanente por la vida amorosa de la protagonista, adquiere interés y densidad dramática.
Si alguien hiciera el ejercicio de reeditar todo el material cronológicamente, de acomodar cada escena de la vida de Alice desde la más antigua hasta la más reciente, sería una película absolutamente diferente. Perdería misterio y atractivo. La propia estructura nos hace preguntarnos si alguna vez esta mujer va a cambiar. Si primero creemos que Simon es el padre de Jérôme -algo que, por otro lado, la película no dice ni nos empuja a pensar- y luego confirmamos que es hijo de una relación anterior, se agrega una capa de complejidad: la insatisfacción afectiva de Alice es más profunda de lo que podíamos suponer.
Hay situaciones muy violentas y tristes en Yo los amo. La relación de Alice con Simon está fundamentalmente marcadas por esos momentos: peleas, lágrimas, un aborto. La discusión en la casa de él, a los golpes, es una escena tremenda, que Deneuve resuelve con intensidad y sutileza. “¡Morite! ¡Morite! ¡Me pudrís!”, le grita Simon, sentado en el piano. El llanto de ella es interminable, oprime y asfixia, y la cámara decide quedarse hasta el final con el rostro de esta actriz inconmensurable.
Pero esos momentos se conjugan con otros hermosos, donde aflora la belleza de lo cotidiano. Como cuando Thomas, el hijo de Claude, cuenta chistes durante un almuerzo familiar en el jardín. O cuando Sofia juega con su padre Patrick (Gérard Depardieu) en la pileta. La película se detiene con mucha naturalidad en estas situaciones, que le permiten respirar a la trama y ofrecen algo de alivio ante el agobio y la tristeza de las separaciones.
Alguno podrá pensar, con cierta ironía, que Alice se comporta como lo hace porque es Deneuve, la mujer deseada por todos. Que abandona a sus hombres cuando quiere porque sabe que siempre tendrá una larga fila de pretendientes. Yo creo que Berri buscó deliberadamente aislar las emociones, desconectarlas lo más posible de cualquier contexto social, cultural o económico, para mirar las relaciones humanas bien de cerca, con una menor cantidad de influencias o condicionamientos externos. Nadie en la película parece tener problemas de dinero: viajan a playas paradisíacas, juegan al tenis en su propia cancha, van a esquiar a los Alpes, tienen una empleada doméstica negra. Sólo Victor (Christian Marquand), padre de Jérôme y en apariencia el hombre más sencillo de todas las parejas de Alice, menciona en un momento que debió vender su auto, aunque nada más sobre él se nos revela.
Al final Alice vuelve a quedarse sola, por decisión propia. El último encuentro con Julien (Jean-Louis Trintignant) en el hotel parece dejar la puerta abierta para un posible regreso, pero nada es seguro. ¿Vale la pena perseguir el deseo a toda costa, intentar renovarlo en cada oportunidad? ¿Es necesario ver a alguien cuando no se buscaba a nadie? ¿O tiene consecuencias, en ella misma y en quienes la rodean? En una película que está centrada en su personaje, cuyas acciones y recuerdos guían todo el relato, hay dos breves momentos donde el punto de vista cambia para ofrecernos una respuesta. En el primero, Jérôme encuentra en el suelo la carta que Julien le dejó a Alice antes de marcharse. La lee y la tira al piso con resignación, y en la escena siguiente, durante la cena, mira a su madre con fastidio, cansado de que se repita la situación. El otro ocurre al final, cuando la narración regresa a su presente. La cámara se queda un instante, breve pero crucial, con el rostro de Thomas. El chico mira extrañado cómo su padre se despide de Alice con un beso y un abrazo que ahora, conociendo toda la historia, se nos hace algo frío y distante.
Si tenés ganas de algo más…
- En el canal de YouTube de este newsletter podés ver el tráiler de Yo los amo, que subtitulé al castellano.
- La canción “Dieu fumeur de havanes”, que Serge Gainsbourg y Catherine Deneuve grabaron a dúo para la película, fue un gran éxito en Francia, donde el sencillo vendió cerca de 80 mil copias. En diciembre de 1980, para promocionar el estreno de Yo los amo, la interpretaron juntos en un programa de televisión, donde también hablaron del film. El soundtrack se puede escuchar parcialmente en el Internet Archive.
Archivo de publicaciones
Acá podés acceder al archivo de las publicaciones de Cinematófilos. Tené en cuenta que muchos de los links de acceso a las películas no continúan activos.
gran film, intenso, los flashback no molestan (al menos a mi) y la interpretación de Deneuve es mucho más que excelente, es realmente magnífica.