Esta semana en Cinematófilos, el conflicto de Irlanda del Norte en el cine. Más adelante vas a encontrar el link para ver la película, que estará activo durante una semana. Te recomiendo entonces que la descargues en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
Tu aporte es muy importante para que este newsletter pueda seguir saliendo. Más adelante verás los links para colaborar, tanto desde Argentina como desde el exterior. ¡Muchas gracias!
Para leer antes de ver la película
En un momento de la película británica Divorcing Jack (1998), de David Caffrey, dos periodistas están tomando whisky en un bar de Belfast. “Es más rico aquí en Irlanda”, dice uno, estadounidense, luego de beber un trago. “Esto es Irlanda del Norte para vos”, le aclara el otro, norirlandés. “O Úlster, si sos protestante. Los seis condados del norte de Irlanda, si sos católico. Y si sos el gobierno británico, lo llamás la provincia”, agrega. Que el mismo lugar sea denominado de tan diferentes modos según quién esté hablando, da cuenta de la complejidad del conflicto en Irlanda del Norte, cuyas raíces pueden hallarse más de ocho siglos atrás. El cine ha tratado la cuestión de maneras muy diversas, desde historias solemnes que intentan reflexionar sobre sus implicancias hasta films de acción que apenas lo utilizan como una excusa. Entre la enorme cantidad de películas, se destaca el potente drama de esta semana en Cinematófilos.
El conflicto irlandés en las islas británicas es antiguo y complejo. En búsqueda de antecedentes, podríamos remontarnos hasta 1171, cuando Enrique II se convirtió en el primer rey inglés en poner un pie en Irlanda. Pero en muy resumidas cuentas puede decirse que luego de la guerra de independencia irlandesa (1919-21) y la partición de la isla, el estatus de Irlanda del Norte quedó en el centro de la cuestión. Los unionistas que viven allí, mayoritariamente protestantes, pretenden que el territorio siga siendo parte del Reino Unido, mientras que los republicanos (una minoría, casi todos católicos) son partidarios de que pase a integrar la República de Irlanda y que toda la isla esté cobijada bajo una misma bandera. Este artículo en la web de la National Geographic ofrece un resumen más detallado y bastante equilibrado de toda la historia.
SI NO USÁS MERCADO PAGO, PODÉS HACER UNA TRANSFERENCIA POR EL VALOR QUE ELIJAS AL SIGUIENTE CBU: 0170056540000030252347 (ALIAS: MIEL.PODER.DELFIN)
Uno de los protagonistas centrales del conflicto durante los últimos cien años fue el Ejército Republicano Irlandés (IRA), en sus distintas vertientes y ramificaciones. Se trata de un caso curioso: durante la mayor parte de su historia, el IRA fue una organización paramilitar clandestina, nunca demasiado numerosa, involucrada en una disputa local con escasas ramificaciones globales. Y sin embargo fascinó a productores, directores y guionistas de cine como ninguna otra. “El IRA tiene una mayor presencia en pantalla que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), la ETA vasca o el Frente de Liberación Nacional (FLN) argenlino porque es irlandés. Lo que atrae la atención no es la naturaleza, el tamaño o la importancia de la organización, ni el valor de la tierra en disputa, sino las personas a las que afecta”, sostiene Mark Connelly en su libro The IRA on Film and Television - A History (2012). “Irlanda, una nación pequeña, está excepcionalmente conectada con el mundo exterior gracias a la lengua inglesa y a su amplia diáspora. A diferencia de un conflicto regional en España o Serbia, los problemas irlandeses repercuten en todo el mundo. Una película sobre el IRA puede estar protagonizada por actores irlandeses, estadounidenses y británicos que hablen su lengua materna y atraer al público de Londres, Nueva York, Toronto y Melbourne”, agrega.
En el cine, el IRA apareció en un centenar de películas muy diversas. En el spaguetti western Los héroes de Mesa Verde (Giù la testa, 1971), de Sergio Leone, James Coburn interpretó a un experto en explosivos veterano del IRA (o de los Voluntarios Irlandeses) en medio de la revolución mexicana. Richard Gere fue un francotirador del IRA al que liberaron de prisión para que atrape al despiadado Bruce Willis en El chacal (The Jackal, 1997), de Michael Caton-Jones. Hay casos delirantes, como Riot (1996), de Joseph Merhi, donde el IRA se asocia a una banda de pandilleros negros en Los Ángeles para secuestrar a la hija del embajador británico.
Son tantas las películas que tratan o mencionan el conflicto en Irlanda del Norte que sería imposible intentar abarcarlas todas. Así que voy a establecer un recorte doble. Sólo voy a recorrer un puñado de realizaciones británicas o irlandesas sobre el asunto, que en general son las más interesantes. Y me voy a centrar en el período conocido como The Troubles, “los problemas” en inglés, un eufemismo que define las tres décadas trascurridas desde finales de los años 60, cuando comenzó a agudizarse la violencia, hasta la firma del Acuerdo de Viernes Santo en 1998, del que recientemente se celebraron 25 años, que contribuyó a la paz y la estabilidad en la región. En esos años se produjeron las imágenes que todos asociamos a Belfast, y que el cine retrató infinidad de veces: el ejército británico patrullando la ciudad, como si se tratara de un país ocupado; los vehículos blindados recorriendo las calles; los llamados “muros de la paz”, un oxímoron, para dividir las zonas protestantes de las católicas; las barricadas en las calles y los alambrados de púas; las pintadas y consignas, republicanas o unionistas, en las paredes; cámaras de seguridad en todos lados; helicópteros sobrevolando incesantemente los barrios. Y la posibilidad, siempre latente, de que en cualquier momento explotara una bomba del IRA o de la Fuerza Voluntaria del Úlster (UVF) y asesinara a decenas de inocentes.
![](https://substackcdn.com/image/fetch/w_1456,c_limit,f_auto,q_auto:good,fl_progressive:steep/https%3A%2F%2Fsubstack-post-media.s3.amazonaws.com%2Fpublic%2Fimages%2F49522167-3b44-48fb-8b8c-9609b9965ea7_1100x824.jpeg)
The Troubles le permitió a los realizadores explorar cómo se restringen las libertades individuales en nombre de la seguridad nacional y plantear debates éticos en torno al uso de la violencia con fines políticos. Es lo que hizo el irlandés Jim Sheridan en sus dos películas sobre el tema. En En el nombre del padre (In the Name of the Father, 1993) narró el caso real de los llamados “cuatro de Guildford”: ciudadanos detenidos -sin pruebas en su contra- que fueron torturados por la policía para que firmaran una confesión. Uno de ellos, Gerry Conlon (interpretado por Daniel Day-Lewis), pasó 15 años en prisión hasta que se reveló que no tenía vínculo alguno con el atentado del IRA que se le adjudicaba. Golpe a la vida (The Boxer, 1997) es la historia de un boxeador y ex miembro del IRA (otra vez Day-Lewis) que intenta rehacer su vida luego de pasar 14 años preso y organiza una escuela de boxeo no sectaria en Belfast. Entre otros temas, la película plantea la necesidad de buscar una alternativa a la violencia para intentar resolver el conflicto.
Los abusos, la discriminación y las torturas por parte del ejército británico y de la Royal Ulster Constabulary (RUC), la policía norirlandesa, aparecen con claridad en Agenda secreta (Hidden Agenda, 1990), de Ken Loach. Dos abogados estadounidenses realizan un informe sobre la situación de los derechos humanos en Belfast, y poco después uno de ellos es asesinado. Lo que sigue es un thriller político muy intenso, a pesar de algunos subrayados y simplificaciones en su teoría conspirativa, en el que Frances McDormand y Brian Cox descubren una realidad que no pueden manejar. Como suele ocurrir en el cine de Loach, hay una mirada aguda y combativa: más de una vez se compara a la situación en Irlanda del Norte con la de Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Otras películas eligieron mostrar la dimensión personal del conflicto o concentrarse en la vida cotidiana de quienes debían habitar una ciudad militarizada. El protagonista de Cal (1984), primer largometraje de Pat O'Connor, es un joven atrapado entre la violencia de IRA, de la que no quiere seguir participando, y las humillaciones que sufre de parte de agrupaciones protestantes. Y a todo esto se suma la culpa que siente cuando se enamora con una viuda (Helen Mirren), cuyo esposo fue asesinado en un atentado. El telefilm Four Days in July (1984), de Mike Leigh, ofrece una mirada más despojada: sigue durante cuatro días, en paralelo, la cotidianidad de dos matrimonios (uno católico, el otro protestante) que están por tener su primer hijo. Aunque no se dispara una sola bala ni se escucha estallido alguno en toda la película, la violencia es una presencia constante: uno de los hombres está lisiado como consecuencia de varios ataques; el otro, un soldado, revisa su auto cada mañana antes de ponerlo en marcha para ver si le colocaron una bomba.
Algunos films utilizaron una estética casi documental para narrar episodios reales. Domingo sangriento (Bloody Sunday, 2002), de Paul Greengrass, cuenta los acontecimientos de enero de 1972, cuando el ejercito británico reprimió una protesta pacífica contra el encarcelamiento sin juicio previo realizada en la ciudad de Derry. Catorce personas fueron asesinadas por los soldados y 12 resultaron heridas, todas católicas, y la película narra los sucesos con una progresión dramática que se torna casi insoportable pero sin transformarlos en un espectáculo. En la misma línea, Greengrass produjo y coescribió Omagh (2004), de Pete Travis, sobre el atentado de una rama del IRA que asesinó a 29 personas en agosto de 1998 y la incansable lucha de los familiares de las víctimas por obtener justicia.
Hay dos películas que, por la singularidad de sus planteos, resultan excepcionales. La primera es Maeve (1981), debut de la realizadora irlandesa Pat Murphy, quizás la obra más sofisticada y sutil sobre The Troubles. La protagonista regresa a Belfast luego de pasar varios años en Londres y se aloja en la casa de su familia católica, donde se reúne con su hermana, su padre y un antiguo novio, entre otros. A partir de allí, la narración va y viene entre su infancia, su adolescencia y el presente para reflexionar sobre la memoria colectiva y ofrecer una provocadora mirada feminista sobre el conflicto. Como afirma la protagonista cerca del final, “la relación de los hombres con las mujeres es como la de Inglaterra con Irlanda”.
La otra película que merece un párrafo aparte es Elephant (1989), cortometraje televisivo dirigido por Alan Clarke y producido por Danny Boyle. Sin diálogos ni música, el film muestra 18 asesinatos (tomados parcialmente de casos reales) sin aportar ninguna información sobre ellos: nunca sabemos quién es la víctima y quién el asesino, tampoco los motivos del crimen. El título proviene de una frase del escritor norirlandés Bernard MacLaverty, que describe a The Troubles como el hecho de tener un elefante en la habitación con el que la gente se acostumbró a vivir. El film de Clarke, que está completo en YouTube, puede interpretarse entonces como un recordatorio brutal e incómodo de la violencia naturalizada.
La película de esta semana en el newsletter es mucho más clásica que estas últimas dos, pero no por eso menos lúcida o aguda. Se trata de Madres en lucha (Some Mother's Son, 1996), de Terry George, que en Argentina no tuvo estreno comercial en cines y se lanzó directamente en video. Protagonizada por Helen Mirren y Fionnula Flanagan, fue producida y coescrita por Jim Sheridan, y puede verse junto a En el nombre del padre y Golpe a la vida como parte de una trilogía sobre el conflicto en Irlanda del Norte. Aquí lo personal y lo político se conjugan, y en palabras del crítico Trevor Johnston en la revista TimeOut, “de todas las películas que han surgido a raíz de The Troubles, ésta es la que ofrece el análisis más complejo y el más profundo”.
MADRES EN LUCHA
Título original: Some Mother's Son
Director: Terry George
Protagonistas: Helen Mirren, Fionnula Flanagan, Aidan Gillen
País: Irlanda y Estados Unidos
Idioma: inglés e irlandés
Año: 1996
Duración: 112 minutos
Para leer después de ver la película
Madres en lucha comienza con imágenes documentales de Margaret Thatcher, flamante primera ministra británica, entrevistada por la prensa en la puerta del número 10 de Downing Street, la residencia oficial que está a punto de ocupar. “Donde haya discordia, traigamos armonía”, dice, citando a San Francisco de Asís. En el final de la película, una placa recuerda los nombres y las edades de los diez militantes del IRA y de otras agrupaciones republicanas que murieron durante la huelga de hambre de 1981. Entre ambos momentos, Terry George, director y coguionista, nos presenta el conflicto a través de personajes de ficción que habilitan una mirada desde el llano.
La preocupación central del film es humanista, y se canaliza a través de las dos protagonistas: Kathleen Quigley (Helen Mirren), una profesora que no parece muy interesada en la política y que desconoce que su hijo integra el IRA; y Annie Higgins (Fionnula Flanagan), que tiene una clara postura republicana y está orgullosa de la militancia armada del suyo. Podría pensarse entonces que, con este esquema argumental, Madres en lucha decide esquivar la dimensión política del conflicto en Irlanda del Norte y no tomar partido. Pero en realidad hace algo mucho más interesante: se anima a presentar toda la complejidad del asunto, incluyendo las disputas internas en cada grupo y el costado emocional e íntimo de quienes estuvieron involucrados.
![](https://substackcdn.com/image/fetch/w_1456,c_limit,f_auto,q_auto:good,fl_progressive:steep/https%3A%2F%2Fsubstack-post-media.s3.amazonaws.com%2Fpublic%2Fimages%2F54f1aa5e-6716-4741-9c58-c5950e80adbb_1688x942.jpeg)
Hay otras ficciones que narraron estos mismos hechos. Silent Grace (2001), de Maeve Murphy, cuenta la historia poco conocida del papel que jugaron las mujeres presas del IRA en estas protestas. H3 (2001), de Les Blair, retrata los acontecimientos casi exclusivamente desde la perspectiva de los reclusos. La más conocida es Hunger (2008), de Steve McQueen, con Michael Fassbender como Bobby Sands, que elude el contexto político en favor de una experiencia visceral y sensorial de los cuerpos maltratados, en un regodeo visual que por momentos se aproxima a la abyección. “La primera de estas películas, e indudablemente la mejor, es Madres en lucha, porque es la que mejor explica los problemas políticos y dramatiza las consecuencias humanas”, planteó Gary Crowdus en una crítica publicada en el sitio Cineaste. “El aporte más valioso de la película es que no se limita a representar la lucha política entre el IRA y el gobierno británico. También detalla las pugnas políticas internas de cada bando: entre la Iglesia católica y los ‘provos’ [nombre informal de los integrantes del IRA Provisional], por un lado, y entre los funcionarios de las burocracias de la cancillería británica y la Oficina para Irlanda del Norte, que a menudo competían entre sí”, agregó.
El contexto de esta película es la Irlanda del Norte de comienzos de los años ochenta, una cultura marcada por las inflexibles enseñanzas de la Iglesia católica irlandesa y un protestantismo, mayoritario en la región, especialmente virulento. Las fronteras entre hombres y mujeres -y sus respectivos roles en el conflicto- estaban estrictamente determinados por las costumbres seculares y religiosas; en esencia, los hombres luchaban en la calle y las mujeres se quedaban a cuidar el hogar. En este sentido, Madres en lucha propone una mirada poco frecuente sobre los modos de resistencia no violenta que encarnan las mujeres. “La secuencia de apertura, en la que aparece Margaret Thatcher, introduce inmediatamente algunas de las muchas oposiciones binarias esencialistas que serán invocadas y posteriormente rebatidas a lo largo de la película”, analizaron Jane O'Sullivan y Rebecca Spence en un artículo académico publicado en 2010. Y añadieron: “Comenzar la película con la figura de esta primera ministra desmitifica la idea de que los hombres son los únicos animales políticos, y que sólo ellos pueden ejecutar con facilidad los numerosos movimientos y conspiraciones dentro de lo que tan a menudo se ha presentado como un dominio público masculino”.
La primera vez que aparece Kathleen es detrás de un vidrio, en su casa, mientras observa desde lejos la explosión de un puente que realizó el ejército británico para aislar a los militantes del IRA. La ventana opera como signo de la separación entre la esfera pública y la privada. Más adelante la veremos justamente limpiando las ventanas, mientras escucha en la radio la noticia de la muerte de un legislador republicano. Es un momento de quiebre, porque a partir de allí Kathleen saldrá definitivamente a la calle para manifestar por Bobby Sands. “La campaña electoral fue otra forma de resistencia política tanto para los presos como para sus madres, que se hicieron cargo de toda la campaña, el trabajo electoral y la atracción de los posibles votantes. Esta participación activa de las mujeres, más allá de los confines del hogar y en el ámbito público, se considera un resultado directo del encarcelamiento de los hombres. En esencia, las mujeres llenaban un vacío. En la película, dotadas de esta nueva capacidad política, las madres, Annie y Kathleen, contribuyen activamente a la transformación del conflicto violento, que se convierte en el centro de la narración”, analizaron O'Sullivan y Spence.
Los preconcebidos roles masculinos y femeninos en el escenario social se exponen a través de un montaje paralelo: vemos una clase de baile en el instituto donde Kathleen es docente y un atentado del IRA contra tropas británicas del que participa su hijo Gerard (Aidan Gillen). Las alumnas, todas mujeres que se mueven al ritmo de una música tradicional, aparecen como las encargadas de preservar la cultura de su país. Los hombres, en contraposición, son quienes le ponen el cuerpo a las causas políticas. La explosión del cohete hace también estallar las ventanas del establecimiento educativo, haciendo que el conflicto ingrese a la fuerza y anticipando el involucramiento que más adelante tendrá Kathleen. La violencia no deja a nadie al margen.
Algunos críticos, en particular desde las posiciones más conservadoras del protestantismo norirlandés, acusaron a Madres en lucha de ser un panfleto pro IRA. Pero en realidad la película mantiene una postura notablemente equilibrada. Jamás esconde, ni siquiera suaviza, el accionar del ejército republicano: a Gerard lo vemos participando del ataque a los soldados británicos y luego resistirse a los tiros cuando van a detenerlo. “Un hombre murió de un disparo”, le recrimina su madre cuando lo visita por primera vez en la cárcel. “Pero era un soldado”, responde él. “Era el hijo de alguien, como vos sos el mío”, retruca Kathleen, sintetizando la postura central del film, ya contenida en su propio título.
También se muestran las tensiones internas entre los republicanos, y cómo la IRA pretende utilizar la muerte de Bobby Sands (transformado en un mártir, en una figura crística) y su multitudinario funeral para ganar nuevos adeptos. Y están además las disputas dentro del gobierno británico, entre quienes sostiene una línea dura (“No negociamos con terroristas”, se dice en un momento) y los que fomentan una actitud más dialoguista. Todos los matices del conflicto se ven reflejados, y en este sentido Madres en lucha es mucho más compleja y profunda que la mayoría de las películas sobre The Troubles. En lugar de simplificar el asunto entre buenos y malos o de esquivarlo equiparando -en términos prácticos y morales- ambas posturas, decide abrirse y exponer los límites y las contradicciones.
Si tenés ganas de algo más…
- En el canal de YouTube de Cinematófilos podés ver el tráiler de Madres en lucha, que subtitulé al castellano.
- También subtitulé una entrevista que Helen Mirren y el director Terry George ofrecieron en la televisión estadounidense en 1997. Entre otros temas, cuentan cómo fue recibida la película en Gran Bretaña e Irlanda, y George recuerda cuando estuvo preso, a fines de los años 70, y compartió celda con algunos de los militantes que más tarde participarían de la huelga de hambre de 1981.
- En YouTube también se puede ver el documental 50 Years of the Troubles: A Journey Through Film (2019), de Brian Henry Martin, en el que el realizador Mark Cousins, nacido en Belfast, traza un recorrido personalísimo por el cine en relación al conflicto en Irlanda del Norte. Incluye una breve entrevista con el escritor Laurence McKeown, ex militante del IRA que participó de la huelga de hambre de 1981 y es coautor del guión de la película H3.
Archivo de publicaciones
Acá podés acceder al archivo de las publicaciones de esta temporada. Y acá al de la temporada pasada. Tené en cuenta que muchos de los links de acceso a las películas no continúan activos.
Muy buena.
Madres en lucha me pareció un testimonio adecuado para definir el problema de Irlanda y Gran Bretaña, con un rol protagónico de las mujeres. Excelentes tus comentarios Andrés