#86 - La sangre derramada
Youssef Chahine, uno de los cineastas más importantes del mundo árabe.
Esta semana en Cinematófilos, opresión y resistencia en una de las más grandes películas egipcias. Más adelante vas a encontrar el link para ver la película, que estará activo durante una semana. Te recomiendo entonces que la descargues en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
Un chico, vendedor ambulante que está escapando de la policía, corre junto a las vías del tren. Tropieza, cae y todo lo que lleva encima se desparrama sobre los durmientes. Mientras intenta recogerlo, se aproxima peligrosamente un tren. Una mujer corre desesperada hacia él, lo alza y lo salva: la locomotora le pasa a centímetros, lo que vemos en una toma abierta, que muestra en un mismo plano todas las acciones que ocurren en simultáneo. Es un momento extraordinario de una película extraordinaria: Cairo Station (Bab el hadid, 1958). Hay que verlo más de una vez para entender cómo filmaron eso hace más de seis décadas. Su director, el egipcio Youssef Chahine, suele ser considerado uno de los cineastas más importantes de la historia de su país, del mundo árabe y de todo el continente africano, un artista políticamente lúcido y comprometido con su tiempo. Y también fue, como lo demuestran ese tenso instante y tantos otros en su extensa obra, un grande de la puesta en escena.
Cairo Station, la película más conocida de Chahine, es una obra maestra, o varias a la vez. En sus escasos 76 minutos combina múltiples géneros y estados de ánimo: un relato neorrealista sobre las duras condiciones de vida de las clases bajas; un slasher en torno a un personaje sexualmente perturbado (interpretado por el propio director); un drama sindical de los trabajadores de la estación; una comedia musical al ritmo de las canciones de moda, pinceladas feministas, climas del film noir. Y todo, hábilmente entrelazado, fluye con gran naturalidad. Esta amalgama de temas y situaciones es una constante en su cine. Como resumió el crítico egipcio Joseph Fahim en la presentación de una reciente retrospectiva de Chahine en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary, se trata de “una obra colorista, diversa y altamente impredecible que abarca políticas contrapuestas, multitud de géneros y diferentes estéticas. Chahine [...] fue uno de los cineastas más versátiles de la historia del medio, y posiblemente el más controvertido en su país natal”.
Chahine nació en 1926 en Alejandría, la ciudad más cosmopolita de Egipto. Hijo de descendientes de libaneses y griegos, fue criado en una familia católica en un país mayoritariamente musulmán, aunque nunca adhirió a ninguna forma de religión organizada y se definía esencialmente como egipcio. De muy joven se mostró apasionado por el cine, el teatro y Shakespeare. Estudió en uno de los colegios más prestigiosos de la ciudad y de adolescente ya hablaba cinco idiomas. Entonces decidió ir a estudiar actuación a Pasadena, California.
Hay cuatro películas autobiográficas en las que Chahine narró su propia historia y la de su país. La primera es la bella y nostálgica Alexandria... Why? (Iskanderija... lih?, 1979), que comienza en 1942, con las tropas nazis comandadas por Erwin Rommel avanzando hacia Egipto, y termina con el viaje en barco del protagonista, alter ego del director, hacia Estados Unidos. La saga continuó con An Egyptian Story (Hadduta misrija, 1982) y Alexandria, Again and Forever (Iskanderija, kaman oue kaman, 1989) y concluyó con Alexandria... New York (Iskanderija... New York, 2004).
Cuando Chahine regresó de Estados Unidos, en 1948, la industria de cine egipcia estaba en pleno crecimiento. Con un esquema similar al de Hollywood -preponderancia de los géneros clásicos, un star system enorme- se realizaban allí unas 50 películas por año que se veían en todo el mundo árabe, una influencia cultural que continúa aún hoy. “Chahine inició su carrera cinematográfica a finales de la década de 1940, justo cuando la turbulenta realidad de la lucha anticolonial egipcia y árabe empezaba a tomar nuevas formas y a adquirir mayor impulso. Con la independencia de varios países árabes de Francia y Gran Bretaña, el mundo árabe se enfrentaba a lo que se convertiría en su problema de política nacional más delicado: el desarraigo de los palestinos de su tierra natal y la creación del Estado de Israel”, afirma Malek Khouri en su libro The Arab National Project in Youssef Chahine’s Cinema (2010).
Su ópera prima es Father Amine (Baba Amin, 1950), un film que según Joseph Fahim ya demuestra “una habilidad natural para transitar entre distintos géneros, mezclando fantasía, drama familiar y comentario social en una historia sobre un patriarca que es engañado en una turbia inversión, muere y empieza a observar las consecuencias de sus actos en su familia desde el más allá”. La notable The Blazing Sun (Siraa Fil-Wadi, 1954), debut en el cine del actor Omar Sharif (acompañado por su futura esposa, Faten Hamamah, gran estrella del cine egipcio), también prueba el talento de Chahine para amalgamar diferentes temas y climas. Comienza como un drama social sobre los campesinos, luego se convierte en un thriller judicial y en el final ofrece una secuencia magistral, digna del mejor cine negro pero ambientada en las ruinas de un antiguo templo. Fue, además, “una de las primeras películas egipcias en expresar inequívocamente una posición intelectual favorable a los campesinos frente al señor feudal”, según Malek Khouri.
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El ascenso al poder de Gamal Abdel Nasser luego de la revolución de 1952 le dio un nuevo impulso a la idea de una nación que agrupe a todos los pueblos árabes de África y Asia, lo que se manifestó brevemente en la conformación de la República Árabe Unida, la unión de Egipto y Siria entre 1958 y 1961. Chahine abrazó esta noción en Saladin (El Naser Salah el Dine, 1963), una épica histórica basada en una novela del futuro premio Nobel de literatura Naguib Mahfuz, que narra la historia del Sultán de Egipto que en el siglo XII protegió a Jerusalén ante el ataque de los líderes europeos en la tercera cruzada. Suele considerarse un film de propaganda del panarabismo, aunque aún hoy sigue sorprendiendo por su monumental escala: más de tres horas de duración y escenas de batallas con miles de extras.
Pero el entusiasmo de Chahine con la posibilidad de una gran nación árabe se fue desdibujando, sobre todo luego de la derrota ante Israel en la guerra de los Seis Días y de la muerte de Nasser en 1970. Con The Choice (Al-ikhtiyar, 1971), que fue inicialmente prohibida, inauguró lo que se conoce como la “trilogía de la derrota”, que continuó con The Sparrow (Al-asfour, 1972) y The Return of the Prodigal Son (Awdat al ibn al dal, 1978). También en esos años filmó la excelente película de esta semana en Cinematófilos: La tierra (Al-ard, 1970), que integró la competencia oficial del Festival de Cannes. Ambientada en el Egipto rural de comienzos de la década del 30, cuando el país era un reino que se había independizado formalmente de Gran Bretaña pero en los hechos seguía bajo su control, la historia le sirve a Chahine para cuestionar de modo implícito a la burguesía que manejaba en los 60 el gobierno nacional.
Chahine filmó cerca de 40 películas y se mantuvo activo hasta su muerte, en 2008, a los 82 años. “Ningún otro cineasta en la historia del cine árabe ha presenciado, contemplado y, en consecuencia, plasmado en su obra tantas facetas de los cambios y la agitación del mundo árabe moderno [...] Tampoco la carrera de ningún otro director árabe como la de Chahine, que se extiende a lo largo de casi sesenta años, ha atraído tanta atención entre los críticos de cine occidentales y el circuito internacional de festivales de cine”, evalúa Malek Khouri. El cine de Chahine no es desconocido fuera de su país, pero en general sus films circularon apenas por muestras y festivales. En Argentina casi ninguno tuvo estreno comercial ni fue editado en video, y sólo pudieron verse ocasionalmente en alguna edición del Bafici o del Festival de Mar del Plata y en muestras especiales, como la Semana de Cine Egipcio. En los últimos años, a partir de la retrospectiva en el Festival de Karlovy Vary y de que un par de servicios de streaming (Netflix en algunas regiones en 2020, Mubi en 2021) ofrecieran algunas de sus películas en su catálogo, su obra comenzó a ser más conocida para el gran público. Pero aún queda mucho por redescubrir.
LA TIERRA
Título original: Al-Ard
Director: Youssef Chahine
Protagonistas: Mahmoud El-Meliguy, Hamdy Ahmed, Yehia Chahine, Ezzat El Alaili, Tewfik El Dekn, Nagwa Ibrahim
País: Egipto
Idioma: árabe egipcio
Año: 1970
Duración: 129 minutos
Para leer después de ver la película
Hacia mediados de los años 60, la industria del cine en Egipto estaba comenzando a declinar, un fenómeno exacerbado por la burocracia estatal. Youssef Chahine decidió irse a Beirut para dirigir un musical, The Seller of Rings (Biya el-Khawatim, 1965), protagonizado por la célebre cantante y actriz libanesa Fairuz. “Sentía que el socialismo con el que soñábamos consciente e instintivamente se había convertido en una burocracia autoritaria, y el burócrata se había convertido en rey, y esto era muy claro dentro del sector cinematográfico. Estaba harto y necesitaba un respiro”, explicó en una entrevista en 1976. La estadía de Chahine en Líbano se extendió dos años, aunque él siempre se sintió allí como un pez fuera del agua, según contó. Cuando regresó a Egipto su desilusión con el rumbo que había tomado la revolución se manifestó en sus películas, entre ellas La tierra.
El film está basado en una novela semi-autobiográfica del escritor marxista Abdel Rahman al-Sharqawi publicada en 1954, un gran éxito editorial que había recibido muy buenas críticas. “Fue la primera novela importante aparecida luego de la revolución de 1952 que describía y criticaba la época prerrevolucionaria, y además mostraba una simpatía políticamente comprometida con la lucha contra el sistema feudal tradicional de Egipto”, describe Malek Khouri en su libro. “La película se distancia de la historia original, escrita en primera persona. Aquí se cuenta desde múltiples puntos de vista que permiten concentrarse en los aspectos visuales de los acontecimientos en lugar del diálogo conversacional que domina la novela de al-Sharqawi”, agrega.
Y el aspecto visual de La tierra es notable desde los primeros segundos. El film comienza y termina con planos similares. En el primero vemos las manos de Abou Souelam (el veterano actor Mahmoud El-Meliguy), el protagonista y líder de la protesta, mientras acaricia la tierra seca y le quita algunas hojas a una pequeña planta de algodón a la que aún le falta crecer. En el cierre, las mismas manos, ahora ensangrentadas, se aferran a las plantas ya desarrolladas y a la tierra mientras Abou Souelam es arrastrado por un caballo. Ambas imágenes sirven de marco para el conflicto central: la lucha de los campesinos contra el pasha, el caudillo local, por esos territorios.
Hay muchos personajes en La tierra, y de entrada puede resultar algo difícil seguirlos a todos. Cada uno representa las diferentes posturas y actitudes ante la situación, desde Abou Souelam (un veterano de la Primera Guerra Mundial que participó en las revueltas contra los británicos en 1919) hasta el líder religioso local, que primero parece apoyar a los campesinos y al final los traiciona. También está el maestro que viaja a El Cairo con la petición para las autoridades, y allí se encuentra con que también hay protestas, contra la opresión británica. De este modo, Chahine plantea una relación entre la lucha de clases y la liberación nacional.
La ciudad de El Cairo aparece como el lugar deseado por muchos de los campesinos, aunque nunca hayan estado allí. Wassifa, la hija del protagonista, habla todo el tiempo de la gran ciudad, e incluso su padre pretende que se case allí, donde cree que podría tener una mejor vida. Ella está fascinada con el nene del comienzo, que acaba de llegar de la capital, y en esa relación La tierra representa a todo el pueblo. Como escribe Malek Khouri, “la gran ciudad no es simplemente el lugar al que van a parar todas las cosechas de los aldeanos, sino también la fuente de una anticipación universalizada: la espera constante de que ocurra algo que pueda ayudar de algún modo a los aldeanos a mejorar sus vidas y hacer realidad sus sueños de una solución más justa a sus problemas”.
La propuesta del film es la necesidad de una unidad, de que todos los habitantes del pueblo se junten para combatir al enemigo común. Esto queda en evidencia en una escena muy potente: cuando una vaca cae en un pozo. Los campesinos están discutiendo sobre el uso del agua, disputándose los “turnos” para poder usarla para regar su tierra, pero de pronto todos dejan de lado sus diferencias y aúnan sus esfuerzos para rescatar al animal. “El contraste entre estas personas decentes y el régimen despiadado es una de las señas de identidad de la película. La metáfora de la solidaridad está en la novela, pero Chahine la hace más poderosa. Y aquí tenemos un motivo que es muy preciado para él. Desde Saladin, la unidad, la cooperación y el esfuerzo colectivo han sido parte clave de su cine. La unidad es esencial en esta remota aldea egipcia, como lo es a escala panarabista”, analiza Ibrahim Fawal en su libro dedicado al director, publicado por el British Film Institute en 2001.
Uno de los aspectos más valiosos de La tierra es que, lejos de ser una película declamatoria y dialogada, presenta todas estas ideas con gran vigor visual. Chahine mueve la cámara por esos escenarios naturales con una soltura sorprendente, como lo demuestran la gran cantidad de travellings. Hay también una elaboración prodigiosa de los encuadres, con composiciones sofisticadas y un uso recurrente de la profundidad de campo. Pero quizás mi momento visual favorito es uno en apariencia sencillo pero a la vez contundente, que encapsula sin caer en miserabilismos todas las vejaciones a las que están siendo sometidos los campesinos. Me refiero al primerísimo primer plano en que se ve cómo le afeitan el bigote a Abou Souelam mientras está detenido, una situación que es pura creación de Chahine (en la novela, el personaje recibe una paliza). Para un árabe, explica Ibrahim Fawal, ese es un acto supremo de humillación.
Si tenés ganas de algo más…
- Subtitulé un fragmento de la entrevista que Mark Cousins le hizo a Youssef Chahine para su serie documental The Story of Film: An Odyssey (2011). La charla fue filmada en 2006, y entre otras cosas el director egipcio parece vislumbrar la crisis política en su país que terminó con la renuncia del presidente Hosni Mubarak luego de casi tres décadas en el poder. Lo podés ver en el canal de YouTube de este newsletter.
- En 1996, para celebrar el centenario de la primera proyección cinematográfica en Egipto, el Festival Internacional de Cine de El Cairo convocó a un grupo de críticos para elegir las 100 mejores películas de la historia del país. En la lista aparecen doce películas de Chahine, entre ellas La tierra (segunda) y Cairo Station (cuarta). La podés ver completa en Letterboxd.
Archivo de publicaciones
Acá podés acceder al archivo de las publicaciones de esta temporada. Y acá al de la temporada pasada. Tené en cuenta que muchos de los links de acceso a las películas no continúan activos.