Esta semana en Cinematófilos, una de las primeras películas italianas en tratar el tema de la mafia. Más adelante vas a encontrar el link para ver la película, que estará activo durante una semana. Te recomiendo entonces que la descargues en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
Pietro Germi es recordado sobre todo por un puñado de películas de los años 60 que se inscriben en la llamada commedia all'italiana: Divorcio a la italiana (Divorzio all'italiana, 1961), Seducida y abandonada (Sedotta e abbandonata, 1964), Señoras... señores (Signore & signori, 1966). Son films agudos y mordaces, tan divertidos como cínicos, en general con finales amargos o irónicos. Pero antes Germi había dirigido otro tipo de películas, que pueden relacionarse de algún modo con el neorrealismo. La que veremos esta semana no sólo es notable, sino que además fue de las primeras en tratar el tema de la mafia en el sur del país.
Germi nació en Génova en 1914, el mayor de cuatro hermanos en una familia muy pobre. Su padre era portero de hotel y su madre, ama de casa. Se inscribió en un instituto técnico náutico local con la intención de trabajar en la industria portuaria, pero antes de recibirse, en 1937, abandonó la carrera y se fue a Roma para estudiar en el Centro Sperimentale di Cinematografia, que había sido fundado un par de años antes. Su ingreso en el mundo del cine fue como asistente de Alessandro Blasetti en Retroscena (1939), y en esos años también consiguió apariciones en papeles muy menores en algunas películas. Además de director y guionista, Germi fue un actor ocasional, quizás no muy dúctil pero de gran presencia en pantalla.
Sus primeras películas como director, El testimonio (Il testimone, 1946) y Juventud perdida (Gioventù perduta, 1948), fueron en su momento identificadas con el neorrealismo. Pero en realidad, por tonos y atmósferas, están más cerca de los géneros clásicos, en especial de los dramas policiales de Hollywood. El neorrealismo, que algunos llaman un movimiento, otros un estilo y algunos incluso un sentimiento, no es tan sencillo de definir. Se suele decir que no hay películas que sean completamente neorrealistas, aunque sí hay algunas que lo son esencialmente. En todo caso, varias de las realizaciones de Germi comparten con ese influyente período del cine italiano un acento puesto en la dimensión social de los temas, la interpelación moral o sentimental al espectador y una mirada sensible y comprensiva hacia los desprotegidos.
Todo esto se ve muy claramente en sus dos siguientes creaciones, que además fueron las que trasladaron su atención a las injusticias sociales del sur profundo de Italia. La primera es la película de esta entrega del newsletter: In nome della legge (1949), que en los cines argentinos se estrenó con el título de Mafia pero prefiero utilizar la traducción literal, En nombre de la ley, que se adoptó luego en alguna edición en video. Aquí la isla de Sicilia aparece como la última frontera, una tierra indómita a la que la justicia estatal aún no ha llegado. Con la colaboración en el guión de Federico Fellini y Mario Monicelli, entre otros, Germi adaptó la novela con elementos autobiográficos Piccola Pretura (1948), en la que el juez Giuseppe Guido Lo Schiavo narró sus experiencias trabajando en un pequeño pueblo siciliano. Es una gran película que permanece bastante olvidada, probablemente porque durante décadas no fue fácil acceder a ella. La veremos en una copia impecable, restaurada en 2020 por la Cineteca Nazionale.
Luego Germi realizó El camino de la esperanza (Il cammino della speranza, 1950), sobre un grupo de trabajadores mineros desempleados de Sicilia que deciden atravesar todo el país para viajar a Francia con la promesa de mejores posibilidades de vida. En la larga travesía desde el sur de la península hasta los Alpes, el director describe con gran precisión y sensibilidad las condiciones sociales en las que los trabajadores son oprimidos. Se podría aventurar incluso que tiene una mirada marxista sobre el tema, a pesar de que Germi era simpatizante del Partido Socialista Democrático y siempre mantuvo una relación tensa con la intelectualidad del Partido Comunista. Pero al final lo que prima son las fidelidades genéricas: El camino de la esperanza no deja de ser un film de aventuras, como lo confirma en el final el duelo a cuchillazos entre los antagonistas.
La preocupación social está en primer plano en El ferroviario (Il ferroviere, 1956), una de sus mejores películas. Narrada casi exclusivamente desde el punto de vista de un nene de 4 años, cuenta la historia de un padre de familia (interpretado por el propio Germi) que lidia como puede, no siempre de la mejor manera, con problemas familiares y laborales. Fue una de las películas más populares del año en los cines italianos. En cambio, en El enigma maldito (Un maledetto imbroglio, 1959) Germi interpretó a una especie de versión romana del clásico detective hardboiled -con viveza callejera, duro pero de buen corazón- que debe resolver un intrincado misterio.
En los años 60 Germi realizó sus películas más conocidas, todas muy exitosas, que le dieron fama internacional y empujaron a la commedia all'italiana hacia sus rincones más afilados y oscuros. Divorcio a la italiana estuvo nominada a tres premios Oscar (ganó el de guión), y Seducida y abandonada y Señoras... señores compitieron en Cannes, donde esta última se llevó la Palma de Oro. El mayor suceso comercial, sin embargo, lo obtuvo con la mucho menos recordada Serafino (1968), protagonizada por Adriano Celentano, que fue el film más visto del año en Italia.
Su última película fue Alfredo, Alfredo (1972), con Dustin Hoffman y Stefania Sandrelli, que la crítica no recibió bien. Pietro Germi murió en 1974, a los 60 años, por complicaciones relacionadas con una hepatitis. Estaba trabajando en un proyecto que finalmente terminó Mario Monicelli y fue un éxito descomunal: Amigos míos (Amici miei, 1975).
EN NOMBRE DE LA LEY
Título original: In nome della legge
Director: Pietro Germi
Protagonistas: Massimo Girotti, Jone Salinas, Camillo Mastrocinque, Charles Vanel, Saro Urzì
País: Italia
Idioma: italiano
Año: 1949
Duración: 100 minutos
Para leer después de ver la película
“Sicilia es una tierra de soledad sin límites, marchita bajo un sol implacable. Es una tierra que no es sólo un sonriente paraíso de naranjos, olivos, flores y mares azules, sino una tierra inescrutable, misteriosa, espléndida y poseedora de una trágica soledad primitiva. En su mayor parte es abrasadora y árida, una tierra donde los hombres viven como anacoretas según antiguas costumbres inmutables”. Esta frase la dijo Pietro Germi en 1950, mientras filmaba El camino a la esperanza. Lo primero que puede decirse de En nombre de la ley, entonces, es que logra transmitir todo eso que el director describe.
La isla -o al menos su interior, lejos de las grandes ciudades como Palermo, Catania o Mesina- es presentada en la película como la última frontera, el lugar donde la ley moderna aún no impera y la industrialización del norte rico se resiste a llegar. Es un lugar seco, que parece estéril. Las imágenes son en blanco y negro pero da la sensación de que allí no hay verde. Germi usó muy bien los tonos claros del infinito espacio abierto y el blanco de las construcciones en contraste con la ropa oscura de los habitantes del pueblo. Todos parecen atrapados allí.
Germi era un gran admirador de la obra de John Ford, y la película es deudora en buena medida del género del western. “Durante la década de 1950, la mafia y Sicilia se enmarcaron en el modelo del western tradicional. Después de la guerra, muchos italianos seguían percibiendo a Sicilia como una tierra exótica y misteriosa que representaba las fronteras, el Far West nacional, donde los límites entre legalidad e ilegalidad eran bastante finos y un puñado de hombres valientes luchaban contra la injusticia”, describió Alfio Leotta en un artículo publicado en 2011 en la revista académica Italica. La primera escena, cuando un par de bandidos le roban los burros a un hombre y luego lo asesinan, bien podría ser parte de cualquier historia situada al norte del río Grande y al oeste del Misisipi. Poco después, la llegada en soledad a la estación del tren del juez Guido Schiavi (Massimo Girotti) recuerda a la de algún sheriff que arribaba para poner orden en un pueblo del salvaje oeste.
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Circulan algunos datos en relación a En nombre de la ley que creo imposibles de comprobar. Se dice que es la primera película italiana en tratar el tema de la mafia, o que nunca antes se había pronunciado la palabra “mafia” en el cine del país. Hay que tener cuidado con este tipo de afirmaciones, porque en una cinematografía tan prolífica como la italiana siempre hay mucho por redescubrir. Pero sí parece seguro decir que se trata de uno de los primeros films realizados en la península que se mete con la delincuencia organizada y su particular código de honor, al menos en el sur profundo.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial había una veintena de grupos armados en las sierras de Sicilia. El más conocido de todos ellos estaba liderado por Salvatore Giuliano, figura mítica y popular cuya historia el cine italiano contó un puñado de veces, notablemente en la gran película de 1962 dirigida por Francesco Rosi. En este sentido es interesante la pintura de la mafia que presenta la película, que no se parece a la imagen que perdura en la memoria de los espectadores a partir de El Padrino (The Godfather, 1972), de Francis Ford Coppola, y tantas otras realizaciones posteriores.
Aquí la mafia es un grupo de forajidos liderado por Turi Passalacqua (el actor francés Charles Vanel), un hombre tranquilo, reflexivo e incluso razonable que maneja sus propios códigos legales. Ya desde los primeros momentos queda clara la relación tensa entre la mafia y el poder económico local, encarnado por el barón Lo Vasto (Camillo Mastrocinque, prolífico director y actor ocasional), que se niega a reabrir un yacimiento minero aunque eso signifique hambre y desesperación para el pueblo. Los mafiosos y el empresario se necesitan mutuamente pero también se desconfían. El joven juez Schiavi debe lidiar con todo esto y, también, con la indiferencia de las autoridades locales, que le sugieren permanentemente que no se meta.
Germi fue un gran narrador, y en esta, su tercera película, lo demuestra en algunas secuencias de notable potencia. Por ejemplo, el momento en que se revela el pacto de silencio, cuando nadie quiere decirle al juez quién le disparó a unos de los ladrones del comienzo, que agoniza en una cama. O la tirantez que se respira en el bar, cuando el otro ladrón entra a tomar una copa y se entera de que tiene los días contados: está marcado por la mafia. Es extraordinario el fundido entre el conejo muerto que los mafiosos tiran sobre la mesa en la fiesta de casamiento y el cadáver del hombre que habían asesinado poco antes. Y también la tensión de la escena en la que el juez y su comisario van a visitar a la mafia en su propio territorio y se llevan a un detenido.
El director, como plantea Roy Armes en el libro Patterns of Realism - A Study of Italian Neo-Realist Cinema (1971), “también se las arregla para abordar brevemente una serie de importantes cuestiones sociales. La única escena en los tribunales a la que asistimos trata de dos obreros desocupados desde hace tres años, que se enfrentan porque uno de ellos aceptó un trabajo a precio reducido. Más llamativa aún es la historia de la mina de azufre, cerrada por el barón, que prefiere ver morir de hambre a doscientas familias antes que intentar gestionar la mina de forma eficaz, un ejemplo del subempleo deliberado de los recursos sobre los que se construye la sociedad siciliana y en medio de los cuales florece la mafia”.
Quizás lo que menos funciona de En nombre de la ley sea su veta melodramática: el romance entre el juez y la baronesa (Jone Salinas). No porque no sea creíble la relación. Es claro que él está solo en pueblo y que ella es la única que lo apoya, y también es evidente la soledad, el maltrato, los abusos que sufre la baronesa en su hogar. Pero no agrega nada en relación al conflicto central ni tampoco lleva hacia alguna parte. Parece más bien un elemento colocado para ofrecerle a la audiencia algo de romance.
Es más complejo, en cambio, analizar el final. Se puede decir que es el moralmente correcto, aunque no el más verosímil. Luego del asesinato de Paolino, el juez convoca a una reunión pública a la que asisten todo el pueblo, el barón y su gente y también la mafia. Y ante la multitud ensaya un discurso aleccionador, en el que culpa a todos (por acción u omisión) por la muerte del chico. Hasta el capo de la mafia se ve conmovido, y decide entregar al asesino para que sea juzgado con las leyes del Estado. No es un final feliz (de hecho, muchas cosas aún quedaron irresueltas en el pueblo), pero al menos ofrece algo de esperanza en el futuro.
Si tenés ganas de algo más…
- Un par de datos curiosos sobre En nombre de la ley:
Saro Urzì, el actor que interpreta al comisario Grifò (y que tuvo varios roles destacados en películas de Pietro Germi), aparecería décadas después en la película más famosa sobre la mafia: El Padrino. Allí es Vitelli, el padre de la mujer con la que Michael Corleone se casa durante su exilio en Sicilia.
En nombre de la ley es uno de los films homenajeados por Giuseppe Tornatore en Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, 1988), que también está ambientada en Sicilia. Se muestra la escena final, cuando detienen al asesino de Paolino, y la sala estalla en aplausos.
- En YouTube podés ver Señoras... señores, de Germi, con subtítulos en castellano.
- Una de las ediciones de la temporada pasada de Cinematófilos estuvo dedicada a Éramos jóvenes (A byahme mladi, 1961), obra maestra de la búlgara Binka Zhelyazkova. A pedido de un lector del newsletter (y como no es tan fácil de conseguir por ahí), la vuelvo a compartir: acá podés acceder al texto de aquella entrega y acá podés descargar la película.
Archivo de publicaciones
Acá podés acceder al archivo de las publicaciones de esta temporada. Y acá al de la temporada pasada. Tené en cuenta que muchos de los links de acceso a las películas no continúan activos.
buen esfuerzo de Germi y todo su equipo