Esta semana en Cinematófilos, el cine soviético también sabe de finales felices. Más adelante vas a encontrar el link para ver la película, que estará activo durante una semana. Te recomiendo entonces que la descargues en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
En 1918 dos revistas de cine, una estadounidense y la otra rusa, hicieron la misma observación en dos artículos sin relación entre ellos. Luego de comentar una serie de películas del país europeo que recién habían llegado a América, la neoyorkina The Moving Picture World publicó que “las películas rusas se inclinan por lo que se ha denominado ‘el final inevitable’ en lugar de un final idealizado o feliz”. Al mismo tiempo, en Moscú, la revista Kino-gazeta sostuvo: “‘Bien está lo que bien acaba’. Este es el principio rector del cine extranjero. Pero el cine ruso se niega obstinadamente a aceptarlo y sigue su propio camino. Aquí es ‘Bien está lo que mal acaba’: necesitamos finales trágicos”. Esta noción acerca del “final ruso”, en contraste con el final hollywoodense o happy ending, está tan arraigada que continúa hasta hoy. Cuando pensamos en el cine ruso, en especial en el de la etapa soviética, probablemente lo primero que se nos venga a la cabeza sea alguna película bélica, en blanco y negro, con una trama deprimente que narra los horrores de la guerra y ofrece un cierre amargo.
Por supuesto, un cine tan rico y prolífico como el soviético no puede reducirse a apenas un tipo de película. Pero también es cierto que la doctrina del “realismo socialista”, que encorsetó a la producción fílmica del país durante buena parte del siglo pasado, parece difícil de conjugar con conceptos como felicidad y fantasía. Los dos géneros cinematográficos que más se asocian a esas palabras son el musical y la comedia romántica. Y en la Unión Soviética, para sorpresa de algunos, se filmaron varias historias deliciosas que ofrecen finales felices. Un buen ejemplo es la hermosa comedia romántica de esta semana en Cinematófilos.
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Hay una tradición de musicales en el cine comunista que no es del todo conocida en Occidente. La exploró el entretenido y didáctico documental East Side Story (1997), de la realizadora de origen rumano Dana Ranga. Desde los inicios del sonoro hasta la caída del Muro de Berlín, se produjeron unos 40 films musicales en los países de Europa del Este, la mayoría en la Unión Soviética, aunque muy pocos llegaron a los cines del resto del mundo. Su realización no estaba prohibida, pero tampoco era alentada por las autoridades de turno, por lo que en general casi nadie se animaba a ingresar en ese terreno pantanoso, en el que no había demasiadas certezas. La posibilidad de contar una historia con gente bailando y cantando dependía del humor y la situación política del momento, y el riesgo de que la película fuera archivada (y, con ella, quizás la carrera del director) parecía demasiado grande. La idea del entretenimiento puro y duro, acaso una desviación burguesa, siempre fue conflictiva en la URSS.
En 1933, Máximo Gorki intercedió ante Iósif Stalin para presentarle a Grigori Aleksandrov, que venía trabajando como actor, guionista y codirector junto con Serguéi Eisenstein. Aleksandrov convenció al líder soviético acerca de la necesidad de crear comedias populares, genuinamente nacionalistas, que entretuvieran y a la vez educaran al público. Así nacieron las “comedias líricas” dirigidas por Aleksandrov y protagonizadas por su esposa, la actriz Liubov Orlova. La primera fue Alegres muchachos (Vesyolye rebyata, 1934), un gran éxito que con su inigualable optimismo y una atmósfera radiante se ganó el aprecio del propio Stalin. Le siguieron El circo (Tsirk, 1936) y La canción del Volga (Volga-Volga, 1938), entre otras, que “cosecharon una inmensa popularidad y contribuyeron a un patriotismo discreto que hizo parecer que valía la pena luchar por la patria soviética, a pesar de la terrible represión contra millones de ciudadanos soviéticos que se producían al mismo tiempo”, como sostiene Peter Rollberg en su excelente Historical Dictionary of Russian and Soviet Cinema (2009).
Un nombre importante en el desarrollo del musical soviético fue Iván Píriev, que luego de tener problemas con los censores -su comedia The Civil Servant (Gosudarstvennyy chinovnik, 1931) primero fue prohibida y luego mutilada por las autoridades- decidió poner su talento al servicio de la propaganda stalinista. Con The Country Bride (Bogataya nevesta, 1938), ambientada en la Ucrania contemporánea, ofreció, según Rollberg, “un idilio bucólico de abundancia nutricional en las granjas colectivas, sólo cinco años después de las mortales hambrunas que dejaron millones de muertos”. Al volver hoy a esas películas de Píriev, en general protagonizadas por su esposa Marina Ladínina, resulta involuntariamente gracioso, incluso camp, ver a las campesinas levantar la cosecha mientras cantan alegremente en Los cosacos del Kubán (Kubanskie kazaki, 1950), o admirar cómo los operarios del tractor entonan con orgullo odas a Stalin en Tractor Drivers (Traktoristy, 1939).
Píriev, ganador de seis Premios Stalin a la calidad artística, se convirtió en uno de los hombres más poderosos de la industria cinematográfica soviética. Luego de la muerte de Stalin usó sus influencias, sobre todo cuando estuvo a cargo de los estudios Mosfilm (entre 1954 y 1957), para promover a jóvenes realizadores que, amparados por los nuevos tiempos del “deshielo”, pudieron hacer otro tipo de comedias.
Siempre hubo en el cine ruso, antes y después de la revolución bolchevique, películas que intentaban sacarle una carcajada al espectador. En los años 20, por ejemplo, la atmósfera de cierta apertura de la Nueva Política Económica (1921-1929) de Vladímir Lenin permitió algunas comedias románticas despolitizadas que tuvieron gran éxito, como The Cigarette Girl of Mosselprom (Papirosnitsa ot Mosselproma, 1924), de Yuri Zhelyabuzhsky; La muchacha de la sombrerera (Devushka s korobkoy, 1927), de Boris Bárnet; y El beso de Mary Pickford (Potseluy Meri Pikford, 1927), de Sergéi Komarov. Pero en los años 30 las cosas se pudieron más difíciles. El director Aleksandr Medvedkin, que había filmado una serie de ingeniosos cortos satíricos, se adentró en el largometraje y chocó de frente contra la censura: su película The New Moscow (Novaya Moskva, 1938), que incluye una secuencia musical digna de Busby Berkeley, fue inmediatamente prohibida. Chris Marker recorrió la vida de este singular creador en el excelente documental El último bolchevique (Le tombeau d'Alexandre, 1992).

Con el respaldo de Píriev y la apertura cultural de los tiempos de Nikita Jrushchov, algunos directores se lanzaron en búsqueda de risas, notablemente Eldar Riazánov y Leonid Gaidái. “El período del ‘deshielo’ trajo consigo un creciente número de comedias genuinamente divertidas y de temática contemporánea que llenaron las pantallas de refrescante optimismo y alegría de vivir, y también contenían algunos elementos satíricos”, describe Rollberg. En la encantadora Noche de fiesta (Karnavalnaya noch, 1956), musical de backstage de Riazánov, un grupo de jóvenes de un centro social que prepara un show de fin de año intenta transgredir las conservadoras normas que impone su director, una figura autoritaria. El caso de Gaidái daría para una entrega entera de este newsletter: con su amalgama de comedia slapstick y sátira social, creó algunas de las películas más convocantes de la historia del país. El brazo de brillantes (Brilliantovaya ruka, 1969), por poner apenas un ejemplo, fue vista por más de 75 millones de espectadores en el momento de su estreno.
La película de esta semana en Cinematófilos se inscribe en esta línea: Muchachas (Devchata, 1962), de Yuri Chulyukin, una placentera comedia romántica que demuestra que los rusos también sabían adorar un buen happy ending. Las autoridades de la época la consideraron demasiado liviana y banal, y en consecuencia le asignaron la tercera categoría de distribución, lo que significaba un lanzamiento en salas más limitado y con menos copias. De todos modos fue un enorme éxito: se calcula que la vieron unas 35 millones de personas. Y su popularidad se mantiene hasta hoy en Rusia: sigue siendo una de las películas más recordadas y queridas de la década del 60, a tal punto que en enero de 2021 se estrenó en San Petersburgo una adaptación teatral de la historia.
MUCHACHAS
Título original: Devchata
Director: Yuri Chulyukin
Protagonistas: Nadezhda Rumiantseva, Nikolái Rybnikov, Liusiena Ovchinnikova, Inna Makarova, Svetlana Druzhinina, Nina Menshikova
País: Unión Soviética
Idioma: ruso
Año: 1962
Duración: 96 minutos
Para leer después de ver la película
Una de las principales razones del encanto imperecedero de Muchachas es la actuación de Nadezhda Rumiantseva como la ingenua, extrovertida y adorable Tosya. De hecho la actriz ganó el premio a la mejor interpretación femenina en el 5° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en 1962 (dejo para el final algo más sobre esto). Dice al respecto Peter Rollberg en su Historical Dictionary of Russian and Soviet Cinema: “Como una de las pocas comediantes del cine soviético, Rumiantseva encarnó el espíritu de fuerza y sensibilidad femeninas en películas tan populares como Unamenables (Nepoddayushchiyesya, 1959) y Muchachas, de Yuri Chulyukin, así como en Gas Station Queen (Koroleva benzokolonki, Nikolái Litus y Alekséi Mishurin, 1963). Su imagen bonita en la pantalla se equilibraba con una fuerte personalidad y la obstinación en defensa de principios morales y sociales. La credulidad de las heroínas de Rumiantseva ante las insinuaciones románticas propició una excitante química con sus parejas masculinas, a menudo sexistas, como Nikolái Rybnikov”.
Rybnikov, que aquí interpreta al presumido leñador Ilya, también fue un actor importante de esos años del cine soviético. Ambos, cada uno desde su lugar, encarnaron a nuevas tipologías de personajes. Tosya se queja en un momento de la película frente a sus compañeras de cuarto, cuando no la quieren dejar salir con Ilya. “Me dijeron qué hacer en el orfanato, luego en la escuela... Ahora vengo aquí esperando ser libre, pero no, otra vez. Esto está prohibido, aquello está prohibido. ¿Debo hacer los deberes toda la vida?”, dispara. Como sostiene Josephine Woll en el libro Real Images - Soviet Cinema and the Thaw (2000), la apertura del “deshielo” permitió a hombres y mujeres creer que podían definir la historia por sí mismos, independientemente de cualquier líder o contexto histórico. El deseo individual adquiría otro peso: podía ser la pulsión que moviera a los personajes; no hacía falta ya que representaran la imagen de una voluntad colectiva nacional. “Ya no hay vida privada en Rusia. La mató la Historia”, le decía el personaje de Tom Courtenay al poeta que encarnaba Omar Sharif en un momento extraordinario de Doctor Zhivago (1965), de David Lean. Muchachas parece desmentir esa afirmación.
En este sentido la película, con su clásica estructura de comedia romántica (enamoramiento-crisis-reconciliación), se parece a muchas historias de este tipo que Hollywood narró infinidad de veces. Si cambiamos el pueblo de la industria maderera por el campus de alguna universidad estadounidense podríamos tener alguna de las tantas comedias estudiantiles que proliferaron en los años 80, probablemente protagonizada por actores como, digamos, Patrick Dempsey y Kelly Preston.
Hay también en Muchachas algunas cuestiones que podríamos asociar a la lógica capitalista de progreso individual. En el salón de baile hay un cuadro de honor con fotos de los trabajadores más eficientes, algo así como un “empleado del mes” de McDonald’s. Cuando Ilya y sus compañeros de brigada inventan un nuevo método de tala y arrastre de los árboles, más productivo, de inmediato se entusiasman porque les puede generar un aumento de sus sueldos. Y más adelante aparece un reloj dorado, objeto preciado de consumo, como la posibilidad de zanjar las diferencias entre los enamorados.
Pero a no olvidarlo, camaradas: esto es la Unión Soviética. La Gran Guerra Patria y sus cicatrices indelebles siempre están presentes, incluso en medio de un idilio romántico en el bosque nevado. Tosya es una huérfana, y sobre el final cuenta que no llegó a conocer a su padre, muerto en el frente de batalla. Incluso en sus momentos de mayor alegría, cuando se abraza al hombre que ama, la protagonista no puede dejar de recordar con pena las heridas del pasado.
En el libro A Companion to Russian Cinema (2016), Seth Graham se lamenta porque los investigadores e historiadores especializados en la etapa del “deshielo” rara vez analizan Muchachas, algo que atribuye a la supuesta simpleza del argumento y al clasicismo en su estructura narrativa. “La película, aparentemente inocua, muestra sin embargo signos de la mordacidad que sería mucho más pronunciada en Welcome, or No Trespassing (Dobro pozhalovat, ili Postoronnim vkhod vospreshchen, 1964), de Elem Klímov, Cuidado con el automóvil (Beregis avtomobilya, 1966), de Eldar Riazánov, y otras comedias satíricas de la década”, sostiene. Y agrega: “Por ejemplo, cuando en Muchachas Tosya llega, el director que le muestra la ciudad se detiene para señalar un rincón apartado del asentamiento donde, dice, los jóvenes amantes van a estar solos. ‘Lo llaman Kamchatka’, le dice, anticipando referencias aún más atrevidas a Siberia (y por tanto al Gulag)” en films posteriores.
La película se ocupa especialmente de darles espacio a las historias individuales de cada una de estas muchachas, que ahora se volvieron a ilusionar. Es notable cómo maneja las dinámicas internas de las cinco chicas en esa habitación, donde de a ratos ellas y la cámara se mueven coreográficamente, aprovechando cada centímetro de la pantalla ancha del sistema Sovscope. Anfisa es la chica atractiva y cínica que luego llora porque no puede encontrar una relación genuina. Nadya parece resignada, comprometida con un hombre bueno al que no ama. Katya se encuentra en una relación que recién parece empezar pero ya la entusiasma. Y Vera recibe todo el tiempo cartas de un ex marido que la dejó y ahora quiere volver. Así, a partir de las experiencias de sus compañeras de cuarto, la novata Tosya va conociendo los misterios del amor antes de que, en el inevitable happy ending, comience a vivirlos por sí misma.
Si tenés ganas de algo más…
- Muchachas integró la competencia oficial del Festival de Mar del Plata de 1962, y una numerosa delegación de realizadores y actores soviéticos acompañó a la película. Unos días después se trasladaron a Montevideo, donde ofrecieron una charla que Homero Alsina Thevenet cubrió para el diario El País. “Había sólo cinco periodistas cuando comenzó en la mañana del martes la conferencia de prensa de la delegación cinematográfica soviética, venida del Festival de Mar del Plata con un premio de interpretación en su film Muchachas. La actriz Nadezhda Rumiantseva, que recibió ese honor, estaba muy lejos de parecer la vedette que las actrices extranjeras premiadas suelen representar: es pequeña, tranquila, callada, negada a hablar de sí misma. También estaban presentes Nikolái Rybnikov y Yuri Chulyukin, actor y director de ese film, el director y crítico Yuri Yegorov, que integró el Jurado en el Festival, y el director Iván Píriev, un veterano que tiene una carrera de 35 años, ha pasado por todas las etapas del cine soviético [...] y ahora ha sido jefe de esta delegación a Sud América”, escribió. Y agregó: “Puestos a hablar de su propio cine, Píriev destacó con satisfacción que Muchachas se había distinguido en el Festival por su carácter alegre, optimista, de afirmación de la vida”. El texto completo fue compilado en uno de los tomos de las Obras incompletas del gran crítico y periodista uruguayo, que podés descargar acá.
- En el canal de YouTube de la productora Mosfilm podés ver gratis, en excelente calidad y con subtítulos en castellano, varias comedias soviéticas, como Noche de fiesta y la notable Yo ando por Moscú (Ya shagayu po Moskve, 1964), del georgiano Georgi Daneliya. En esta lista de reproducción vas a encontrar todas las películas disponibles.
- El documental East Side Story, sobre los musicales en los países de la Europa comunista, también se puede ver completo en YouTube, en tres partes (primera, segunda y tercera), aunque está narrado y subtitulado al inglés.
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