#51 - La última foto
Un film noir genial inspirado en la obra del gran fotógrafo de la noche neoyorkina.
PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 1 DE OCTUBRE DE 2022
Esta semana en Cinematófilos, una crítica feroz el costado más cínico del periodismo. Te recomiendo que descargues la película en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
Tu aporte es muy importante para este proyecto. Más adelante encontrarás los links para colaborar, tanto desde Argentina como desde el exterior. ¡Muchas gracias!
Para leer antes de ver la película
Un hombre yace sobre la vereda, cerca del cordón, en la Tercera Avenida de Nueva York. Es de noche y acaba de morir en un accidente de tránsito. La policía intenta tapar el cuerpo con papeles de diarios, mientras los curiosos comienzan a reunirse alrededor. Se acerca un reportero gráfico, cámara en mano, para retratar el instante. Pero decide dar un par de pasos hacia atrás, alejarse un poco de la escena, para incluir en el cuadro la cartelera del cine Tudor que aparece detrás. Están exhibiendo, ironías del destino, la película El placer de vivir (Joy of Living, Tay Garnett, 1938). Todo esto (el cuerpo, la policía, la muchedumbre, la marquesina) fue capturado en una sola toma Arthur “Weegee” Fellig en 1940, en una de sus imágenes más célebres. Concentra varios de los atributos que lo convirtieron en el gran fotógrafo de la noche de Manhattan de los años 30 y 40: la astucia para llegar al lugar antes que nadie y el talento para poner en cuadro el sarcasmo. Y además está el cine, que se inspiró en la increíble historia y los ingeniosos métodos de trabajo de Weegee para realizar más de una película.
Hoy todos andamos por la calle con un celular (que saca fotos y filma) en el bolsillo, a lo que se suman las cientos de cámaras de seguridad instaladas por particulares y gobiernos en las ciudades. Difícilmente algún suceso llamativo no sea registrado de un modo u otro. A tal punto es así que la disponibilidad de imágenes suele ser hoy lo que determina si algo es noticia: la televisión y los portales periodísticos están plagados de hechos de escasa relevancia pero imágenes impactantes, como un torpe accidente de tránsito sin heridos o una discusión callejera entre dos personas. Pero hasta hace unas décadas era todo muy distinto: la velocidad por llegar a un lugar y retratar lo que allí ocurría era mucho más relevante y podía establecer una enorme diferencia entre una publicación y otra.
Weegee fue durante un tiempo el más rápido de todos en Nueva York. Su obra fotográfica se ubica en el conflictivo cruce entre arte y dinero, dos cuestiones que no siempre van de la mano. Es evidente al ver sus fotos que tenía una visión artística, una sensibilidad para advertir aquello a lo que la mayoría no prestaba atención. Pero sus métodos de trabajo estaban diseñados con el objetivo de hacer dinero: si llegaba antes tendría la primera foto, probablemente la mejor, y podría venderla a un precio más alto. Esta combinación lo convirtió en uno de los más destacados cultores de lo que los estadounidenses llamaron street photography (fotografía callejera), un género propio de este arte de orígenes químicos.
“La suya era un alma compartimentada”, describe Christopher Bonanos en su libro Flash: The Making of Weegee the Famous (2018). Y agrega: “Era lo suficientemente sensible como para captar la delicadeza extrema en una foto, pero también lo suficientemente dura como para enfrentarse a un cuerpo humano mutilado o a la víctima incinerada de un camión en llamas. Era un hombre inculto cuya escritura muestra un ingenio vigoroso y seguro; una persona sorprendentemente igualitaria en cuestiones de raza, al tiempo que se deleitaba en su misoginia; un gran artista estadounidense que no acababa de entender lo que era un artista. En general, se le considera un fotógrafo del crimen y el caos urbano, pero la mayor parte de su vida laboral la dedicó a otros temas. Era, como la mayoría de los fotógrafos, un voyeur. Quizá más que la mayoría”.
Nacido en 1899 en lo que hoy es Ucrania, Weegee llegó a Nueva York con su familia en 1909. De muy joven comenzó a trabajar como mensajero y asistente en un local de fotos de Brooklyn, donde fue aprendiendo los secretos del revelado. De adolescente consiguió un pony y comenzó a ganarse la vida sacando fotos en la calle a los chicos montados en el pequeño equino. En 1921 ingresó a trabajar en la sala de revelado de The New York Times y en 1924 pasó a integrar el staff de la agencia ACME Newspictures. En 1935 decidió comenzar a trabajar como freelance, vendiéndole sus fotos a cualquier diario o revista que mostrara interés. Sus principales clientes eran el New York Post, en ese momento una publicación progresista, y dos periódicos sensacionalistas: el Daily News y su competencia, el Daily Mirror.
Weegee hacía lo que casi ningún otro fotógrafo: salía de noche a recorrer Manhattan, a veces a pie, en búsqueda de algún suceso que valiera la pena. Asesinatos, incendios, accidentes de tránsito, redadas policiales, peleas en bares… Su ojo estaba atento a cualquier situación capaz de generar una imagen con impacto, siempre tomada con su cámara Speed Graphic, un equipo básico de la época, y con flash (bombillas que sólo podían usarse una vez). Capturada la escena, corría a revelar las fotos en su pequeño departamento, en el barrio de Little Italy. Allí también tenía instalado un aparato de radio que le permitía captar las comunicaciones policiales.
El verano de 1936 fue su momento de despegue. En pocos días consiguió imágenes que fueron ampliamente difundidas por los principales medios de la ciudad. Primero logró una foto exclusiva, en la comisaría, de dos novios adolescentes que habían asesinado a hachazos a la madre de ella en Nueva Jersey. Luego capturó la imagen de un viejo baúl que apareció en un descampado de Brooklyn con un cadáver dentro. Y unos días después fue el primero en llegar a la puerta del restaurante, a tres cuadras de su departamento, donde un gánster de poca monta había caído muerto por cuatro balazos. Pronto revistas de circulación nacional, como Life y Coronet, comenzaron a publicar sus imágenes. Se compró un auto, un Chevrolet Master coupé 1938, que transformó en su oficina móvil y equipó con una radio policial. Su leyenda comenzó a crecer: hacia comienzos de los años 40 empezó a firmar sus fotos como “Weegee the famous”.
SI NO USÁS MERCADO PAGO, PODÉS HACER UNA TRANSFERENCIA POR EL VALOR QUE ELIJAS AL SIGUIENTE CBU: 0170056540000030252347 (ALIAS: MIEL.PODER.DELFIN)
Algunos sostienen que su mejor época fue cuando trabajó para PM, un periódico de ideas de izquierda, que no aceptaba publicidad y tenía un diseño más cercano a una revista, con un gran despliegue de imágenes. Allí era -junto con Margaret Bourke-White- la estrella del staff de fotografía, y sus intereses comenzaron a ampliarse: ya no sólo perseguía crímenes o accidentes, sino que también miraba con atención la vida cotidiana de la gran ciudad. “No se mantenía a distancia de la desgracia humana, y escogía a las víctimas como a sus héroes accidentales favoritos. Era un voyeur de mirada penetrante y como tal descubría el exhibicionismo -que en aquellos tiempos aún se disimulaba- mientras los medios de comunicación seguían ganando terreno. Su mirada inquieta penetraba las apariencias externas cuidadosamente guardadas y exponía las contradicciones patentes de una sociedad materialista y de falsa moral. Sus mejores fotografías poseen un tono decididamente sarcástico. En ellas no perseguía el realismo sino el tipo de proyección que convierte la realidad en algo extraño, como un espejo deformante, hasta volverla irreconocible”, sostiene Klaus Honnef en el artículo dedicado a Weegee del libro Iconos de la fotografía - El siglo XX (2005).
En la década del 40 Weegee comenzó a experimentar con filmaciones en 16 mm y de a poco se fue vinculando con el cine. Su primer libro de fotografías, Naked City (1945), llamó la atención del productor Mark Hellinger, que le compró los derechos para realizar La ciudad desnuda (The Naked City, Jules Dassin, 1948). Stanley Kubrick, que conocía a Weegee de su época de reportero gráfico y admiraba su trabajo, tomó prestado el look urbano y urgente de sus instantáneas para Marcado para morir (Killer’s Kiss, 1955), y más tarde lo contrató para tomar fotos en el set de Doctor Insólito (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964). Weegee pasó un tiempo viviendo en Los Ángeles y fotografió a varias estrellas de la época, como Marilyn Monroe. Poco antes de su muerte llegó incluso a protagonizar el film The ‘Imp’probable Mr. Wee Gee (1966), de Sherman Price, delirante pseudo-documental donde hizo de sí mismo.
Pero además hay al menos tres películas que se inspiraron en la historia y los métodos de trabajo de Weegee. La que más deliberadamente se aproxima a la época y los hechos es La mira indiscreta (The Public Eye, 1992), de Howard Franklin, donde Joe Pesci interpreta a un fotógrafo más parecido al mito que Weegee se encargó de construir sobre sí mismo que a la persona real. Más acá, Dan Gilroy tomó algunos elementos de la vida de Weegee para Primicia mortal (Nightcrawler, 2014), donde el protagonista, acorde a los nuevos tiempos digitales, no es un fotógrafo sino un camarógrafo freelance. La tercera película es la que veremos esta semana en Cinematófilos: la genial Extorsión (Shakedown, 1950), de Joseph Pevney, un drama criminal con condimentos de film noir que permanecía bastante olvidado hasta que fue editado en Blu-ray en marzo de este año.
EXTORSIÓN
Título original: Shakedown
Director: Joseph Pevney
Protagonistas: Howard Duff, Brian Donlevy, Peggy Dow, Lawrence Tierney, Bruce Bennett, Anne Vernon
País: Estados Unidos
Idioma: inglés
Año: 1950
Duración: 80 minutos
Para leer después de ver la película
Es notable el comienzo in media res de Extorsión. Luego de una panorámica de San Francisco, la ciudad donde transcurre la acción, lo primero que vemos es a Jack Early (Howard Duff) tratando de escapar de tres hombres que lo persiguen. La secuencia funciona perfecto para presentar al personaje. No sabemos nada de él, y su pasado nunca será revelado de modo explícito a lo largo del relato. Pero algunos detalles en estos primeros momentos alcanzan para pintarlo de cuerpo entero. Jack es un tipo astuto, incluso bajo presión: esconde la cámara de fotos y se queda con el estuche. Cuando se ve acorralado por sus perseguidores es él quien lanza el primer golpe, y luego arroja el estuche al agua. Se come una paliza pero logra preservar lo más importante: las fotos. En la siguiente escena lo veremos en la redacción del diario, tratando de venderlas: son imágenes de un crimen mafioso.
Con este inicio ya sabemos quién es Jack, o al menos conocemos todo lo necesario en relación a esta historia: alguien dispuesto a cualquier cosa con tal de triunfar. Minutos después constatamos hasta qué extremo tiene la sangre helada cuando les pide que posen o miren a cámara a personas que están al borde de la muerte. En este sentido la narración es franca: jamás aspira a que el protagonista nos caiga simpático. Más adelante, Jack explicitará su modo de ver el mundo: “Decencia e integridad son lindas palabras, pero no te dan de comer. Y yo tengo un gran apetito”.
Su apellido es un síntoma: Early, “temprano” en inglés. Siempre intenta llegar antes para conseguir la primera foto, y sus atajos hacia la cima lo llevarán incluso a armar la escena, a montar las situaciones. En un momento Ellen Bennett (Peggy Dow), la editora fotográfica del diario, lo llama Aladino: como si sólo tuviera que frotar una lámpara para aparecer en el momento y lugar indicado para conseguir esa foto que será tapa del periódico.
A Arthur Fellig también se lo asociaba con alguna capacidad sobrenatural para llegar antes. Christopher Bonanos cuenta en su libro que el apodo Weegee surgió cuando alguien (no está claro quién) le dijo, a modo de elogio, que parecía que tuviera un tablero Ouija para comunicarse con el más allá y enterarse antes de todo. En inglés, Ouija y Weegee suenan bastante parecido, más aún en boca de este inmigrante europeo de acento extraño.
Los guionistas Martin Goldsmith y Alfred Lewis Levitt se inspiraron en algunos aspectos de la trayectoria profesional de Weegee para crear a Jack Early. Y varias de las situaciones que el protagonista retrata tienen similitudes con imágenes reales del reportero gráfico. La foto que le toma al hombre atrapado en el auto que cayó al agua recuerda a una famosa instantánea de una ambulancia que se hunde en el East River, cerca de la Isla Roosevelt, que Weegee sacó en agosto de 1943. Muchas de las más conocidas e impactantes imágenes del fotógrafo neoyorkino son de incendios, como la que Jack consigue cuando la mujer salta desde la ventana. Además, el argumento con el que Early convence al esquivo Nick Palmer (Brian Donlevy) para que lo deje fotografiarlo en la puerta del juzgado es muy parecido a uno al que solía apelar Weegee, como contó él mismo. En el punteado final de esta entrega vas a encontrar algo más al respecto.
Pero Weegee no extorsionaba gente para conseguir lo que buscaba. A lo sumo les ofrecía un habano (siempre andaba con una caja llena en el baúl de su Chevrolet) a policías, bomberos, médicos o porteros para que lo dejaran pasar a algún lado. Jack Early, en cambio, es capaz de traicionar a cualquiera con tal de acceder a una exclusiva o de hacer más dinero. Esa personalidad ambiciosa, esa falta absoluta de ética en el ejercicio de su profesión, lo emparenta mucho más con el personaje de Jake Gyllenhaal en Primicia mortal que con el de Joe Pesci en La mira indiscreta.
En su feroz crítica al costado cínico del periodismo, Extorsión se adelanta a lo que un año más tarde haría Billy Wilder en la extraordinaria -y mucho más conocida- Cadenas de roca (Ace in the Hole, 1951). También puede vincularse con la posterior y excelente Página negra (Scandal Sheet, 1952), de Phil Karlson, en la que el director de un periódico sensacionalista interpretado por Broderick Crawford es capaz de cualquier artilugio para aumentar la tirada. Como ocurre con el inmoral periodista que interpreta Kirk Douglas o con el personaje de Crawford, sabemos que las cosas van a terminar mal para Jack Early. Estamos, a fin de cuentas, frente a un film noir, o al menos ante una película que contiene varios de sus elementos (y la fatalidad suele ser uno de ellos). Pero sin pretender hacer comparaciones ni establecer jerarquías, el final de Extorsión es de una ironía extraordinaria. Y funciona como cuestionamiento hacia una institución -el periodismo- que hasta ese momento había sido presentada como un espacio de cierta solidaridad y camaradería, donde sólo el protagonista parecía estar fuera de lugar.
Early es capaz de cobrar tres veces por la misma imagen, la del robo a la tienda: la hace a pedido de Nick Palmer, luego la vende al periódico y más tarde la utiliza para chantajear a la banda de Harry Colton (Lawrence Tierney). Tampoco siente culpa al manipular a Ellen Bennett, acaso el único personaje noble de la historia. En su ambición sin límites, pretende ir por más: robar las joyas de la fastuosa fiesta del final. El que las hace las paga, pero aquí Early encontrará alguna forma -definitivamente sarcástica- de redención. Logrará la fotografía más importante de su fugaz trayectoria: la de su propio asesino. Y entonces el periódico publicará la historia, transformándolo en el héroe que nunca fue. No siempre hay que creer en lo publican los diarios.
Si tenés ganas de algo más…
- Internet está lleno de fotos tomadas por Weegee, y sólo hace falta googlear su nombre para encontrarlas. Pero si querés ver algo más ordenado y con mejor información podés recorrer las colecciones de las páginas del International Center of Photography y de la galería británica Amber.
- Weegee fue uno de los entrevistados para el disco Famous Photographers Tell How (1958), en el también brindaron testimonio Henri Cartier-Bresson y Peter Gowland, entre otros reconocidos fotógrafos. Seleccioné y subtitulé un fragmento en el que cuenta cómo consiguió sacarle una foto a una mujer detenida por robo, con un argumento muy similar al que usa Jack Early para convencer a Nick Palmer en Extorsión. Es interesante además escuchar la voz de Weegee, con ese acento tan particular, porque Peter Sellers la imitó para crear uno de sus personajes en Doctor Insólito.
- Extorsión cuenta con una de las pocas apariciones en el cine de la talentosa Peggy Dow, una de las actrices más lindas del Hollywood clásico. Dow apenas filmó nueve películas en tres años: en 1951 se cansó del mundo del cine y decidió retirarse, casarse con un magnate petrolero e irse a vivir a Tulsa, Oklahoma, donde desde entonces se dedica a tareas de beneficencia y filantropía. En marzo cumplió 94 años. Sus roles más recordados quizás sean su papel secundario en Harvey (Henry Koster, 1950), protagonizada por James Stewart, y el coprotagónico en Nuevo amanecer (Bright Victory, Mark Robson, 1951). Pero creo que sus mejores actuaciones las ofreció en Extorsión y como la femme fatale de Bodas sangrientas (Woman in Hiding, Michael Gordon, 1950), gran thriller protagonizado por Ida Lupino que recomiendo mucho.
Archivo de publicaciones
Acá podés acceder al archivo de las publicaciones de Cinematófilos. Tené en cuenta que muchos de los links de acceso a las películas no continúan activos.