PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 24 DE SEPTIEMBRE DE 2022
Esta semana en Cinematófilos, el cine combativo de Lino Brocka. Te recomiendo que descargues la película en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
Lino Brocka dirigió casi 70 películas en poco más de 20 años, la mayoría durante la dictadura de Ferdinand Marcos, que gobernó Filipinas entre 1965 y 1986. Era abiertamente homosexual y sus ideas sobre el mundo eran marcadamente de izquierda -aunque no se identificaba con ningún partido político-, lo que lo llevó a chocar más de una vez con la censura estatal. Lo mejor de su cine transmite el clima y la temperatura de las calles húmedas y abarrotadas de Manila, una de las ciudades más densamente pobladas del planeta, donde hombres y mujeres de escasos recursos luchan por sobrevivir frente a un sistema que los margina. Pero lejos de ser una exhibición pornográfica de la miseria, las películas de Brocka reflexionan con inteligencia sobre el estado de las cosas. El notable film de esta semana en Cinematófilos es uno de los mejores ejemplos.
“Sin duda, Lino Brocka es el cineasta más político de Filipinas. Su vida y su obra cinematográfica se comprometen con una política que entonces era contraria a la dictadura de Marcos, y que sigue siendo antiautoritaria hasta el presente”, describe Roland B. Tolentino en su libro Contestable Nation-Space: Cinema, Cultural Politics, and Transnationalism in the Marcos-Brocka Philippines (2014). “Su compromiso con la libertad de expresión artística se tradujo en una praxis de política social a través de la interrogación cinematográfica sobre el fundamento estatal de los individuos históricamente privados de derechos. Participó en los movimientos culturales y sociales que ayudaron a derrocar a la dictadura de Marcos y a construir una Filipinas post-Marcos”, agrega.
La extraordinariamente prolífica trayectoria de Brocka se vio truncada por su sorpresiva muerte en 1991, a los 52 años, en un accidente de tránsito. En dos décadas el director conjugó proyectos comerciales, a menudo basados en komiks (las historietas filipinas, tremendamente populares en la segunda mitad del siglo pasado), con otros más personales. Fue el más importante de los directores de la denominada “segunda época de oro” del cine filipino, en los 70 y 80, donde también se destacaron realizadores como Ishmael Bernal y Mike de Leon.
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Brocka nació en 1939 y se crio en el pueblo de San José, Nueva Écija, en la isla de Luzón, la más grande del infinito archipiélago filipino. Su familia era muy pobre, y de chico solía vender en las calles sampaguitas, flor típica del país, para juntar dinero y poder ir al cine. Le encantaban los musicales de Esther Williams y adoraba a Montgomery Clift. “El cine recupera para mí la relación espontánea, pura y sin sentido que tenía con el mundo cuando era niño. Por eso, más tarde, cuando me enteré de lo que les pasaba a mis compatriotas, decidí que también quería formar parte de los que cuentan la verdad: quería llorar y quería molestar. Pero, sobre todo, quería ser encantado”, contó en una entrevista en 1986.
A comienzos de los años 60 se fue a Hawái como voluntario para trabajar en una colonia de leprosos manejada por una iglesia mormona. Fue también un viaje en el que intentó encontrarle una explicación a su homosexualidad, por la que -criado en una familia profundamente católica y en un pueblo pequeño y conservador- sentía culpa. Cuando regresó a Manila comenzó a involucrarse con el teatro, luego con la televisión y más tarde con el cine. En esos años fue asistente de Monte Hellman en Flight to Fury (1964), producción protagonizada por Jack Nicholson filmada en Filipinas.
Sus dos primeras películas, el melodrama Wanted: Perfect Mother (1970) y el drama bélico Santiago! (1970), tuvieron mucho éxito y le permitieron ganarse un lugar en la industria local. Con Dipped in Gold (Tubog sa ginto, 1970), la historia de un exitoso hombre casado que tiene una relación extramatrimonial con su chofer, ofreció una de las primeras representaciones sensibles y comprensivas de un homosexual en el cine filipino. En 1974, en un intento por ganar libertad creativa, creó la compañía Cinemanila, con la que produjo Weighed But Found Wanting (Tinimbang ka ngunit kulang, 1974), que contiene varios elementos autobiográficos y es considerada una de sus mejores películas.
Eran años oscuros en el archipiélago del sudeste asiático. El segundo período de Marcos en la presidencia debía haber terminado en 1973, pero un año antes decretó la ley marcial y continuó en el poder hasta 1986, cuando -por consejo de su aliado Ronald Reagan- se exilió en Hawái. Esta época estuvo marcada por la corrupción, la censura, la persecución política y las violaciones a los derechos humanos. Brocka realizó en el período sus dos películas más conocidas en todo el mundo, que suelen señalarse como las que mejor reflejaron los años de la ley marcial.
En Manila in the Claws of Light (Maynila sa mga kuko ng liwanag, 1975), acaso su obra maestra, narra las penurias de un joven pescador del interior que llega a la capital en búsqueda de su novia. Y en la extraordinaria Insiang (1976) retrata la dura vida de una joven en los barrios pobres de Manila que sufre abusos por parte del novio de su madre. “A través de micronarraciones de la lucha de las clases bajas del país, de un ambiente metropolitano oscuro y claustrofóbico, de localizaciones sórdidas y afectadas por la pobreza, sus películas fueron capaces de dialogar con el creciente régimen autocrático de Marcos y las violaciones de los derechos humanos”, plantea Roland Tolentino en su libro. Ambos films fueron restaurados recientemente por iniciativa de The Film Foundation que preside Martin Scorsese.
En los años 80 Brocka comenzó a tener una participación cada vez más activa en iniciativas contra la dictadura de Marcos. Y mientras tanto continuó filmando a buen ritmo: algunos años llegó a estrenar cuatro o cinco películas. “Hay que producir películas que hieran, películas que perturben, películas que no dejen descansar. Porque los tiempos son malos y en tiempos como estos, es un crimen descansar”, sostuvo en 1985. Ese año estuvo preso tres semanas por apoyar una huelga de conductores de yipnis, el medio de transporte más popular en Filipinas; un productor cinematográfico le pagó la fianza para que pueda salir en libertad, y en agradecimiento Brocka dirigió una película comercial para él, Maging akin ka lamang (1987), melodrama basado en un komik. El director hizo públicas cada vez que pudo sus posturas a favor de cuidar el medio ambiente, en defensa de la libertad de expresión y en contra de las bases estadounidenses instaladas en el país, entre otros temas. También fue crítico del gobierno de Corazón “Cory” Aquino, que sucedió a Marcos: en Fight for Us (Orapronobis, 1989), por ejemplo, denunció que continuaban en Filipinas las violaciones a los derechos humanos.
Brocka es considerado el realizador más importante de la historia de su país, y la influencia de su obra, realizada con urgencia pero no a las apuradas, se puede apreciar en films de directores actuales como Raya Martin, Lav Diaz y Brillante Mendoza. Sus películas, sin embargo, no son del todo conocidas fuera de Filipinas, y su circulación en video, con copias de escasa calidad, en general fue muy limitada. En los últimos años algunas fueron restauradas digitalmente y comenzaron a ser redescubiertas por el público y la crítica. Es el caso del film de esta semana en el newsletter: Bayan Ko (1984), cuyo título original, Bayan ko: Kapit sa patalim, podría traducirse como Mi patria: al filo de la navaja. Se trata de una de sus mejores películas, que retrata con fiereza los años finales del régimen de Marcos, con el país sumido en una profunda crisis económica y sacudido políticamente por el asesinato del líder opositor Benigno “Ninoy” Aquino en 1983. Pero también es lo suficientemente lúcida como para que su tema sea universal.
Tuve la suerte de ver Bayan Ko en la edición 2009 del Bafici, donde se proyectó en 35 mm. Me había gustado mucho en ese momento y siempre me quedó el recuerdo de la película. Desde que comencé con el newsletter, el año pasado, tenía ganas de incluirla, pero las copias que se conseguían por ahí estaban tomadas de un VHS. En 2021 se editó por primera vez digitalmente, en Blu-ray, en una versión restaurada en alta definición, y entonces decidí hacer los subtítulos en castellano, porque no había. Creo que el esfuerzo valió la pena.
BAYAN KO
Título original: Bayan ko: Kapit sa patalim
Director: Lino Brocka
Protagonistas: Phillip Salvador, Gina Alajar, Venchito Galvez, Ariosto Reyes Jr., Aida Carmona, Paquito Diaz, Raul Aragon
País: Filipinas
Idioma: filipino
Año: 1984
Duración: 109 minutos
Para leer después de ver la película
Como dije en la primera parte de esta entrega, el cine de Brocka transmite urgencia pero no apuro. Se nota la bronca del director por la situación de su país pero elije no quedarse sólo en la denuncia puntual, en el grito enojado. Por sobre las convenciones genéricas (en este caso, drama social condimentado con pizcas de melodrama y policial) se expresan sus inquietudes sociales y políticas, que pintan un lugar y una época (Filipinas bajo la dictadura de Marcos) pero también plantean ideas universales, que pueden aplicarse a cualquier sociedad injusta.
La película comienza con imágenes tomadas durante una manifestación callejera auténtica contra el gobierno de Marcos. En ese contexto Brocka nos presenta a Turing (Phillip Salvador), su protagonista, que está ahí pero no participa activamente de la protesta. No es precisamente un tipo con conciencia política. Nos enteramos de que está en una situación difícil, que tiene a su esposa Luz (Gina Alajar) internada, pero no sabemos por qué. Un extenso flashback, que ocupa unos dos tercios de la película, nos narrará esos acontecimientos.
El flashback comienza en la imprenta, donde la división de tareas parece muy clara (los hombres operan los “fierros”, las mujeres doblan papeles), y continúa con una típica celebración empresarial. La compañía festeja un nuevo aniversario y, con los propietarios como maestros de ceremonia, le entrega obsequios a sus empleados más antiguos. Pero de inmediato aparecen las diferencias en esa “gran familia”: los dueños de los medios de producción disfrutan de un banquete arriba, mientras los trabajadores deben conformarse con algo de alcohol abajo. Turing trastorna ese orden, pero no lo hace por una cuestión ideológica sino casual: está borracho. Más adelante volverá a irrumpir arriba, en la casa de los dueños, pero entonces estará empujado no por la bebida sino por la desesperación.
“No es accidental que la tensión inherente a la trama se genere en la intersección de dos espacios: la fábrica y el hogar. En la secuencia inicial se presentan las vidas reglamentadas de los empleados que realizan un trabajo dividido por jerarquías y género. El único respiro es el almuerzo. Luz quiebra la cadencia espacio-temporal de la fábrica cuando se desmaya debido a su embarazo. Al introducir un tema doméstico, ella ha ‘contaminado’ la esfera laboral y perturbado su marcha. En consecuencia, ella queda separada de esta esfera”, interpreta Roland B. Tolentino en un excelente artículo publicado en la revista académica Screen en 1996. Luego de sufrir dos abortos espontáneos, Luz es confinada a la casa y al hospital, y sólo puede reingresar al espacio laboral al final, en circunstancias extraordinarias. “Además de ser la condición que la restringe a la esfera doméstica, su embarazo es también la condición que vuelve a Turing dependiente del lado capitalista de la economía laboral; es justamente ante las necesidades que conlleva la espera del bebé que Turing firma el certificado para no unirse al sindicato, convirtiéndolo en un carnero cuando los trabajadores convocan a un paro”, agrega Tolentino. El embarazo y la creciente deuda con el hospital obligan a Turing a aceptar el plan de su antiguo compañero de infancia, que antes había rechazado. Las necesidades -que deberían ser un derecho- propias de una mujer a la hora de dar vida, el acto más humano y natural del mundo, son atropelladas por un sistema injusto y presionan al varón que pretende cuidarla. En otras palabras: la situación empuja a Turing al delito y lo aleja de la organización solidaria con sus pares.
“Bayan Ko, de Brocka, denuncia las atroces condiciones sociales y políticas de la dictadura de Marcos. El mismo título del film deja en claro la intención de motivar a los filipinos a la lucha y convierte el calvario del protagonista en un microcosmos de un malestar que infecta a la población en general. Estrenada en 1985, en el pico de las manifestaciones, la película también aprovecha en su título la conocida canción popular que desde entonces se ha vuelto un himno de las movimientos nacionalistas del país. La canción (que habla de un ave enjaulada que debe liberarse de su prisión) ha sido utilizada como una metáfora de las libertades que fueron silenciadas en el país bajo el régimen de Marcos”, sostiene Joseph Palis en una disertación de 2008 titulada “Cinema Archipelago: A Geography of Philippine Film and the Postnational Imaginary”.
A través de la metáfora del ave enjaulada, la canción que le da título a la película habla de “la condición y el deseo de una ciudadanía políticamente reprimida”, apunta Tolentino. Y continúa: “En el film, la canción es invocada cuatro veces: la cantan un grupo de borrachos cerca de la casa de Turing y Luz; la cantan los manifestantes en un marcha de gente de clase media y media-alta; la cantan los trabajadores mientras Turing y otros carneros están descansando; y también los participantes en una masiva protesta. Por un lado, la canción reclama una evolución de la degradación lumpen (temática a la que Brocka siempre vuelve) hacia la militancia de clase; por otro lado, apela a una igualdad que trascienda las clases sociales”.
No es casualidad que la fábrica donde trabaja el protagonista sea una imprenta. Menos aún en un país como Filipinas, que durante más de tres siglos fue una colonia española, luego pasó a ser controlado por Estados Unidos por casi cinco décadas, sufrió una ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial y recién logró su independencia en 1946. Una imprenta puede ser la herramienta para imprimir la historia propia, la que deben escribir los pueblos que quieren ser libres. Es una tecnología que le ha permitido a las naciones imaginarse a sí mismas. Pero las máquinas no están en manos de los trabajadores sino de la clase dominante, que además cuenta con el apoyo del gobierno (que decreta leyes que cercenan el derecho a huelga) e incluso la violencia del aparato represivo estatal si hace falta. Es decir que para cambiar las cosas hay que involucrarse, dejar de ser un ladrón para transformarse en un militante.
Es notable en este sentido la escena en el hospital en la que Turing intenta que le den el alta a su esposa y su bebé y los dejen volver a casa, aunque no puedan pagar la cuenta. Está narrada casi en tiempo real, y frente a cada persona con la que habla (enfermeras, personal administrativo, el médico a cargo de la institución) se encuentra con la misma respuesta: “Sólo estoy cumpliendo las reglas”. Las reglas, entonces, necesitan ser modificadas. Y para eso hay que cambiar el sistema. Turing lo aprenderá hacia el final, por las malas.
Acosado por la situación desesperante, el protagonista acepta la oferta delictiva. Las cosas salen mal, como podía suponerse, y la policía llega al lugar antes de que puedan escapar. Cuando las cámaras de la televisión que transmite en vivo ingresan a la casa, Turing ofrece una entrevista. Pero en lugar de hablar de las demandas de los ladrones para no matar a los rehenes, su discurso es político. Pide mejores condiciones de trabajo para sus compañeros en la imprenta, se queja del trato que su esposa y su hijo recibieron en el hospital. Cientos de personas lo ven en televisores en la calle. De algún modo Turing aprendió algo: la salvación nunca puede ser individual, sino colectiva. Acaso el mensaje llegue.
“La última escena es un plano medio de una Luz aturdida y desamparada que sostiene sobre su regazo el rostro ensangrentado de Turing. Hay constantes flashes de los fotógrafos y, por unos segundos, sólo se escuchan las voces de los locutores mediáticos. El plano continúa, carente de todo sonido, concentrándose en la angustia de ella. La escena final confirma la posición de Luz como el cuerpo en donde se inscribe el espacio de la nación. Su posición la ha convertido en testigo; los medios han hecho de ella una víctima. Confundida y combativa, ella permanece pura; en su mutismo, se impone como vínculo intertextual con la Piedad, la madre dolorosa, la madre que llora y sufre, una referencia fácilmente accesible en una población predominantemente católica como la filipina. Con la colonización española de Filipinas, la Virgen María se convirtió en una medida del ideal de feminidad, y la maternidad, en la señal máxima en la obtención de ese ideal”, plantea Tolentino. Los medios buscan el morbo, la fascinación por lo desagradable que puede vender miles de ejemplares o atraer millones de espectadores. Pero Brocka se queda con el rostro de Luz, golpeada por los flashes que le disparan encima. Ella termina mirando a cámara, y esa mirada nos interpela. ¿Acaso puede servir el arte para tomar conciencia?
Si tenés ganas de algo más…
- Subtitulé un fragmento del documental Signed: Lino Brocka (1987), de Christian Blackwood, en el que el director habla de Bayan Ko, del paso de la película por el Festival de Cine de Cannes y de su militancia política, entre otras cosas. Lo podés ver en el canal de YouTube de este newsletter. Y si entendés inglés recomiendo ver el documental completo, que es excelente y ofrece un retrato apasionante de un artista único.
- También recomiendo ver, si hablas inglés, el capítulo de la serie documental británica Visions - Cinema (1982-85) dedicado a Filipinas. Lo realizó Tony Rayns, uno de los occidentales que más sabe de cine asiático, en 1983. Ofrece una muy buena introducción a la historia de la industria cinematográfica del país y un panorama de los años 70, e incluye testimonios de Brocka e Ishmael Bernal, entre otros. Está en YouTube.
- Esta es la edición número 50 de Cinematófilos. Muchas gracias por el interés y el apoyo al proyecto en todo este tiempo. Ya son 58 las películas que se comentaron en el newsletter, de 32 países distintos y habladas en 22 idiomas diferentes. Acá podés ver una lista de todos esos films, y acá otra de todos los que fueron mencionados en cada texto (suman casi 900 títulos). Armé un mapa de Google que sirve para ilustrar este recorrido por los cinco continentes de la mano del cine.
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