PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 26 DE MARZO DE 2022
Esta semana en Cinematófilos, el cine de Fernando Fernán-Gómez. Te recomiendo que la descargues en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
Actuó en más de 180 películas, dirigió casi 30, apareció en dos docenas de series de televisión, escribió una decena de obras teatrales y una cantidad similar de novelas, a las que hay que sumar ensayos, memorias, libros infantiles, poesía. Ante semejante producción creativa, que se extendió a lo largo de casi 70 años, algunos no dudaron en definir a Fernando Fernán-Gómez como un hombre del Renacimiento. Él, con su característico sentido del humor, rehusaba la etiqueta. “Parece que hago muchísimas cosas. Pero yo, por ejemplo, no sé conducir automóviles, no sé bailar, no sé montar en bicicleta, soy muy mal jugador de cartas... Es decir, no sé hacer un montón de cosas que cualquier otra persona sí hace. Por lo tanto creo que esa otra persona es más polifacética que yo”, dijo alguna vez en una entrevista.
Fernán-Gómez es unánimemente reconocido como una figura central de la cultura española desde los años 40 hasta su muerte, en 2007. De los Goya al Príncipe de Asturias, pasando por un par de Osos de Plata en Berlín, ganó casi todos los premios a los que alguien de su oficio puede aspirar. Sin embargo, su obra como director -que incluye algunas de las más grandes películas de la historia del país, como la que veremos esta semana en Cinematófilos- no siempre fue bien apreciada y sufrió como pocas los golpes de la censura franquista. “Para dar una idea del juicio que por aquellos días merecía entre amplios sectores de la crítica su cine [...] basta citar la opinión de Javier Sagastizábal acerca de la obra cinematográfica de Fernán-Gómez, que es calificado como mero cineasta de guión, carente de rigor narrativo, pleno de torpeza técnica y con una irresistible tendencia hacia la astracanada y el disparate codornicesco [por la revista de humor gráfico La Codorniz]”, describe Santos Zunzunegui en el libro Los felices sesenta - Aventuras y desventuras del cine español (1959-1971) (2005).
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Fernán-Gómez nació en 1921 en Lima, Perú, mientras su madre, la actriz Carola Fernán-Gómez, estaba de gira con su compañía por América del Sur. Lo inscribieron unos días más tarde cuando la gira pasó por Buenos Aires, por lo que mantuvo la nacionalidad argentina hasta los años 80, cuando se naturalizó español. Con su padre, también actor, nunca tuvo relación. Lo criaron su madre y su abuela. “Ellas -escribió- se esforzaban en que me pareciera natural el hecho de no tener padre y yo me esforzaba en que ellas no se dieran cuenta de que yo me daba cuenta de que aquello no era normal”.
La actuación fue una vocación propia más que una herencia familiar. Luego de que sus estudios de Filosofía se vieran interrumpidos por la Guerra Civil, decidió inscribirse en la Escuela de Actores de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). En 1938 comenzó a trabajar en teatro y poco después lo descubrió el dramaturgo y humorista Enrique Jardiel Poncela. A comienzos de la década siguiente lo contrató el estudio CIFESA, que estaba en sus años de mayor esplendor, y le permitió destacarse en roles secundarios como un actor cómico con presencia propia en una gran cantidad de películas, notablemente en Rosas de otoño (Juan de Orduña, 1943), donde interpretó a un estafador con acento francés, y Una chica de opereta (Ramón Quadreny, 1943), en la que hizo de tercero en discordia. Los protagónicos en Botón de ancla (Ramón Torrado, 1948) y Balarrasa (José Antonio Nieves Conde, 1951) le dieron gran popularidad y lo transformaron definitivamente en una estrella del cine español.
Pero su película más relevante de esos años, que él mismo señaló como la que más lo influyó, fue Una pareja feliz (1951), dirigida por Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, dos de los nombres más innovadores y contestatarios del cine español de la década. El propio Fernán-Gómez continuaría muchos de los hallazgos formales y temáticos de aquella genial comedia en dos divertidísimas y agudas realizaciones propias: La vida por delante (1958) y su continuación, La vida alrededor (1959), en las que el actor-director estuvo acompañado por su pareja de esos años, la actriz argentina Analía Gadé. Es notable cómo ya en esas tempranas películas Fernán-Gómez mostraba -además de una mirada muy crítica sobre la vida en Madrid durante el franquismo- una gran habilidad e ingenio en el manejo de diferentes recursos narrativos: los flashbacks, el juego con los cambios de punto de vista, la ruptura de la cuarta pared...
Fernán-Gómez siempre mechó proyectos hechos por encargo, como la muy exitosa farsa La venganza de Don Mendo (1962), con otros más personales, en los que incluso llegó a veces a invertir su propio dinero para poder realizarlos. Pero encontró varios inconvenientes durante la dictadura de Francisco Franco. En los años 60, mientras surgía un nuevo cine español (NCE), algunos de los directores más lúcidos de la generación anterior (Bardem, García Berlanga, él mismo) tuvieron problemas con la gestión de José María García Escudero como Director General de Cinematografía. “De los tres, quien tuvo que enfrentar problemas mayores fue Fernán-Gómez, no sólo por las coacciones y el fracaso comercial inapelable del díptico formado por El mundo sigue (1963) y El extraño viaje (1964), sino por la marginación que le supuso haber firmado una carta abierta al ministro de Información en 1963 protestando por la represión sufrida por los mineros asturianos en huelga”, describe Casimiro Torreiro en uno de los capítulos del libro Historia del cine español (1995). Y agrega: “A pesar de su solvencia interpretativa, de su enorme e inusual talento, no contó en absoluto en los planes de los nuevos realizadores: hay que esperar a que Carlos Saura se decida, ya muerto y enterrado en NCE, a darle el papel protagonista en Ana y los lobos (1972), para ver a Fernán-Gómez en una película de un ex-joven cineasta”.
Como actor, Fernán-Gómez trabajó con algunos de los más importantes directores del cine español: Víctor Erice en El espíritu de la colmena (1973), Pedro Almodóvar en Todo sobre mi madre (1999), otra vez Saura en Mamá cumple 100 años (1979). También participó de películas que lograron mucha repercusión en España y en el exterior, como Belle époque (Fernando Trueba, 1992), El abuelo (José Luis Garci, 1998) y La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999), entre otras. Tres veces filmó en Argentina: El noveno mandamiento (Enrique Carreras, 1966), Pobre mariposa (Raúl de la Torre, 1986) y El sueño de los héroes (Sergio Renán, 1996). Y, claro, no puede dejar de mencionarse esa solitaria joya que es Vida en sombras (1949), único largometraje de Lorenzo Llobet Gràcia.
La intensa El mundo sigue, que veremos en esta edición del newsletter, y El extraño viaje, esperpéntica y oscura mirada sobre la vida en un pequeño pueblo del interior español, son sus dos mejores películas como director. Pero hizo varias más muy interesantes: ¡Bruja, más que bruja! (1977), comedia negra musical al ritmo de la zarzuela; El viaje a ninguna parte (1986), adaptación de una novela propia, bello y triste retrato de un grupo de cómicos en gira permanente por pequeños pueblos durante el franquismo; o Mambrú se fue a la guerra (1986), tragicómica y pesimista historia que puede leerse como una crítica al ocultamiento de la herencia republicana durante la Transición democrática.
El mundo sigue, que hace poco Pedro Almodóvar calificó como una de las mejores pinturas de la vida en Madrid en los 60, tuvo varios problemas con la censura. La película está basada en una novela del mismo título de Juan Antonio de Zunzunegui publicada en 1960, y Fernán-Gómez creyó, con algo de ingenuidad, que el prestigio del autor ayudaría a que las autoridades no interfirieran demasiado con la adaptación cinematográfica. Ocurrió todo lo contrario: los censores reclamaron varios cortes y el film no pudo estrenarse hasta dos años más tarde, en 1965, y sólo en un cine de Bilbao. Casi nadie vio la película en esos años, y permaneció oculta y maldita durante décadas. Recién en los años 80 se la pudo exhibir por primera vez en televisión, y en 2015 se la restauró y reestrenó en cines con muy buena recepción de la crítica y el público. Así, el cine español recuperó una de sus obras maestras.
EL MUNDO SIGUE
Director: Fernando Fernán-Gómez
Protagonistas: Lina Canalejas, Fernando Fernán-Gómez, Gemma Cuervo, Milagros Leal, Agustín González, Francisco Pierrá, José Morales
País: España
Idioma: castellano
Años: 1963
Duración: 123 minutos
Para leer después de ver la película
El mundo sigue narra la descomposición de una familia, y con ella la de varias de las más sagradas instituciones del franquismo. Todos los personajes (o casi todos, como iremos viendo) terminarán perdiendo sus escrúpulos en búsqueda de un ascenso social que llegará del peor modo o nunca llegará. Se trata de una mirada descarnada, funesta, de la España franquista de comienzos del período conocido como “desarrollismo”, un plan económico y social que apuntaba al crecimiento y la modernización del país.
“Zunzunegui, el autor de la novela, tenía grandes dotes de observación y una aguda intuición para imaginar lo que no estaba en su entorno. Conseguía en su obra que los personajes pareciesen siempre seres vivos, y particularmente en aquella novela, mostraba una gran habilidad para dramatizar [...] las situaciones, el choque de sentimientos, de conductas”, contó Fernán-Gómez en El tiempo amarillo (1998), su libro de memorias. “Todo esto parecía un material sugerente para hacer una película. Cuando menos, una película a mi gusto, aunque no fuera el gusto de la inmensa mayoría, y quizás tampoco el de la minoría selecta. Creo tener una especie de fijación con los temas de la pobre gente, de la gente común. Fijación que me viene quizás de que en mi infancia, cuando leía a Salgari, a Edgar Wallace, a Julio Verne, a Rafael Sabatini, una de las primeras novelas serias que leí, para mayores, fue Los miserables, de Víctor Hugo. Pero en mi vida profesional he tenido pocas oportunidades de trabajar sobre las pobres gentes, sobre estos ambientes, porque en los años que me ha tocado vivir las autoridades los consideraban delicados y los empresarios poco rentables”.
Lo primero que vemos es el volante y el tablero de un auto, una imagen que -todavía no lo sabemos- volverá en el final, y que está acompañada por una extraña música que -tampoco lo tenemos claro aún- es diegética, es decir que proviene del estéreo del coche. El plano es particularmente significativo porque el volante representa la posibilidad de movilidad, de elegir un lugar hacia donde ir, algo que los personajes intentarán alcanzar de diferentes modos durante toda la película.
Luego siguen una serie de planos documentales, que muestran los movimientos casuales de la gente por una zona del centro de Madrid (que se denominaba en esos años Barrio de Maravillas, un nombre deliberadamente inapropiado para la historia que se narra). En un momento un zoom decide, con pretendida arbitrariedad, acercarse a una señora mayor que se muestra interesada en unas verduras que ofrece un puesto callejero. Hay ahí un doble juego. Por un lado, la película parece querer decirnos que esta es la historia de esta familia, pero podría haber sido la de cualquier otra. Por otro, en tensión con lo anterior, esa selección en medio de la multitud deja en evidencia el punto de vista del director, que decide dónde poner el foco. Una renuncia a cualquier pretensión de “objetividad” narrativa. A partir de aquí nada escapará a la feroz mirada crítica de Fernán-Gómez: ni la generación de los mayores, representada por la hipocresía extrema de los padres de la familia, ni la de los jóvenes, que se explora a través de los tres hijos adultos.
En el centro del relato están las dos hermanas, Eloísa (Lina Canalejas) y Luisita (Gemma Cuervo), y su conflictiva relación. Ambas pretenden lograr el ascenso económico en una sociedad consumista: no es casualidad que en cada escena callejera de la película (y son unas cuantas) se vean muchos carteles publicitarios, vidrieras que intentan tentar con la exhibición de sus productos, vendedores que ofrecen su mercancía a los gritos. Eloísa, ex reina de la belleza, eligió un camino más tradicional: se casó, tuvo hijos, formó una familia. Luisita decidió pasar de empleada en un comercio a prostituirse para lograr un progreso social. Sus peleas son permanentes, violentas, y El mundo sigue lleva sus historias hasta el límite, escapando en todo momento a cualquier tentación moralista. Será la prostituta la que logrará el progreso, mientras que su hermana, la única que intenta sostener valores éticos, terminará saltando desde el balcón.
Todo esto está enriquecido por los demás personajes y sus actitudes. Agapito, el padre, es particularmente significativo. Como plantea Sally Faulkner en su libro Una historia del cine español - Cine y sociedad, 1910-2010 (2017), Agapito es un funcionario del estado (trabaja como guardia urbano) “cuyo uniforme marcial recuerda los ilegítimos orígenes militares del franquismo”. Cuando se entera de que su hija Luisita ha deshonrado a la familia al salir con su jefe sólo por el dinero, la golpea ferozmente en una escena brutal; tiempo después, cuando recibe de parte de ella un costoso anillo de regalo, lo acepta con el argumento de que "al dinero no hay que mirarle su origen, sino su cantidad y su poder adquisitivo".
También está el hermano de las chicas, el devoto Rodolfo, que se la pasa recitando plegarias pero no colabora ni resuelve nada. “¡Haz algo, Rodolfo, que no es hora de rezar!”, le reclama su madre en un momento, cuando las dos hermanas se pelean con uñas y dientes en el comedor y él apenas mira. La religión, sostiene Sally Faulkner, queda expuesta como algo inservible e irrelevante a lo largo de toda la película.
Faustino, el esposo de Eloísa, estaba originalmente pensado para ser interpretado por Paco Rabal, pero el actor debió bajarse del proyecto por problemas de agenda. Entonces Fernán-Gómez decidió hacerse cargo él mismo del personaje, el más despreciable de la película y muy distinto a los que venía encarnando. Faustino, que no puede dejar de apostar a la quiniela (el equivalente español a lo que era el Prode en Argentina), se desmorona por una pendiente hacia la violencia y el delito que concluye en la cárcel. Su escena final, encerrado en el calabozo mientras rompe las hojas de un periódico para luego contar los recortes como si fuera dinero, es desoladora: su adicción al juego lo termina arrastrando a la locura.
En sus mejores películas, Fernán-Gómez se mostró como un maestro de las formas cinematográficas, y en ese sentido quizás El mundo sigue sea el ejemplo más refinado. Dos de los tres extraordinarios flashbacks del film dan cuenta de su completo dominio de las posibilidades narrativas. En el primero, cuando Luisita va a visitar a su madre y le lleva los costosos regalos, la subida por la escalera hacia el ático se convierte en un recorrido por la vida de la chica: la primera comunión, el primer beso, etcétera. En este punto de la película Luisita ya ha logrado el ascenso social a partir de su relación -interesada, desprovista de amor- con un hombre adinerado.
Más adelante, las escaleras serán protagonistas del descenso -literal y figurado- de Eloísa, que lucha por sobrevivir con sus hijos tras ser abandonada por su marido. Ella se niega a seguir el ejemplo de su hermana: ya rechazó al jefe de su esposo, las propuestas de la agencia de acompañantes (disfrazada de agencia de modelos) y los acosos callejeros. Y ahora no soporta las insinuaciones del insidioso Andrés. El flashback es el recuerdo de Andrés tomándola de la mano en las escaleras, pero ella lo rechaza y continúa bajando. “A través de las hermanas en disputa -resume Faulkner-, el director desenmascara y condena a una sociedad en la que el desarrollismo parece haber agrandado la zanja entre ricos y pobres, y en la que los únicos personajes que consiguen ascender socialmente son los jugadores y las prostitutas”.
Si tenés ganas de algo más…
- En el canal de YouTube de este newsletter podés ver un video con todos los cortes que los productores le hicieron a El mundo sigue en un intento por evitar una calificación desfavorable de la Junta de Clasificación y Censura franquista. La versión restaurada incluida en esta edición de Cinematófilos tiene esas escenas, pero de todos modos es interesante verlas juntas porque permite imaginar cuán distinta era la película, mutilada por la censura, cuando se estrenó comercialmente en cines en 1965.
- En YouTube hay infinidad de material audiovisual sobre Fernando Fernán-Gómez. Seleccioné los dos que me parecen más interesantes. El primero es una edición del programa televisivo Queridos cómicos de 1993, en la que el actor y director repasa su vida y su carrera profesional en una charla con el crítico y programador Diego Galán. El segundo es una biografía de Fernán-Gómez que la Televisión Española (TVE) emitió el 23 de noviembre de 2007, dos días después de su muerte.
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Fantástica, deja sin aliento, gracias.
Muy dura. Y excelente.