PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 20 DE NOVIEMBRE DE 2021
Esta semana en Cinematófilos, una divertidísima comedia japonesa que juega con la influencia cultural de Estados Unidos. Más abajo vas a encontrar el link para acceder a la película. Te recomiendo que la descargues en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
“¿Tienen sentido del humor los japoneses? La sensación general, tanto entre los occidentales como entre los asiáticos, es que no”, escribió en 1987 el holandés Ian Buruma, que vivió varios años en Tokio, en un ensayo sobre la comedia nipona. Es obvio que todo el mundo tiene algún tipo de sentido del humor. Pero lo que Buruma trataba de resaltar es que cuando se piensa en el cine japonés -y sobre todo cuando lo hacemos desde estas lejanas pampas- lo primero que surge son otras cosas: samuráis y yakuzas, Akira Kurosawa y Yasujirô Ozu, Godzilla, el J-horror... Se hace más difícil pensar en comedias, y quizás apenas podamos asociar la risa en Japón a esos concursos televisivos en apariencia crueles de los que vimos poco y entendimos menos.
Por supuesto, una cinematografía tan rica como la japonesa está llena de humor. El estadounidense Donald Richie, uno de los principales expertos occidentales en el cine de las islas, asegura en su libro A Hundred Years of Japanese Film: A Concise History (2005) que el género existió siempre en el país. Como ejemplos destaca al prolífico Torajirô Saitô, que dirigió cerca de 150 películas desde fines de los años 20, la mayoría comedias, y a “las comedias sociales de su discípulo Ozu”. Luego de la Segunda Guerra Mundial, asegura Richie, “la individualidad era una nueva forma de ser divertido [...] Lo novedoso era una irreverencia individualista, que daba lugar a la sátira, un género nuevo para Japón”. Y menciona realizaciones de directores más o menos conocidos en esta parte del mundo, como Kon Ichikawa, Yasuzo Masumura y Keisuke Kinoshita. Este último dirigió el primer largometraje en colores de la historia de Japón, Carmen Comes Home (Karumen kokyô ni kaeru, 1951), que es una comedia musical.
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Pero también están las otras comedias, las de consumo interno, muy exitosas entre el público japonés pero que son prácticamente desconocidas fuera del archipiélago. Entre otras cosas, este cine comercial incluye sagas interminables basadas en un mismo personaje cuyas aventuras (o desventuras) se van renovando en cada nueva entrega. La más famosa probablemente sea la del popular personaje de Tora-san, interpretado por Kiyoshi Atsumi, un cándido vendedor ambulante sin suerte en el amor que protagonizó nada menos que 48 películas entre la primera entrega, It's Tough Being a Man (Otoko wa tsurai yo), de 1969, y la última, Tora-san to the Rescue (Otoko wa Tsurai yo: Torajirô Kurenai no Hana), estrenada en 1995. Casi todas fueron dirigidas por Yôji Yamada, y hubo incluso dos películas más de la serie como pretendidos homenajes a Atsumi, que había muerto en 1996. También están los 40 films de la llamada serie Sachô (mencionada como la Company Director Series en inglés) que comenzó el actor Hisaya Morishige en 1956 con The President’s Boss (Hesokuri shachô, Yasuki Chiba) y continuó hasta 1971. Todos estos números hacen que nuestra larga saga de Alberto Olmedo y Jorge Porcel parezca una miniserie.
Hubo también un breve auge en Japón de comedias bélicas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial. Se dio a partir de mediados de los años 50, cuando la ocupación aliada ya había finalizado, y en muchos casos trataba de ser una crítica a la guerra, aún fresca en la memoria, a partir de la risa. En esos años nació, por ejemplo, la serie de películas conocida como Nitôhei monogatari, producida por los estudios Shochiku, que comenzó con Private Second Class (Nitôhei monogatari: Onna to heitai Nomi to heitai, 1955) y tuvo nueve entregas más hasta 1961, casi todas dirigidas por Fukuda Seiich. Cada película estaba ambientada en espacios y momentos diferentes, pero siempre aparecían los comediantes Hanabishi Achako y Ban Junzaburo como protagonistas. Más cerca en el tiempo, la saga inaugurada por Free and Easy (Tsuribaka nisshi, 1988), de Tomio Kuriyama, basada en un popular manga (las novelas gráficas japonesas), fue seguida por otras 19 películas hasta 2009, todas con un trabajador ordinario obsesionado por la pesca como protagonista.
Toda esta introducción para decir que sí, por supuesto, hay muchas más comedias japonesas de lo que podríamos suponer. Y en esta entrega de Cinematófilos vamos a ver una buenísima: Welcome Back, Mr. McDonald (1997), ópera prima de Kôki Mitani. El propio director, que ya lleva dirigidas ocho comedias, se encargó de abonar a la teoría de que no hay demasiadas películas japonesas que se puedan inscribir en este género. “En Estados Unidos, hace unos diez años, el AFI [American Film Institute] eligió las cien mejores comedias de todos los tiempos, pero creo que en Japón no se podría crear una lista así”, sostuvo en una entrevista en 2015, publicada en el sitio Nippon.com. “Me da la impresión de que hacer comedia en este país es una especie de herejía. E incluso entre las comedias que se hacen, casi ninguna se basa en el diálogo. Creo que soy un hereje incluso entre los herejes”, agregó. Mitani se refiere a las comedias como las que él suele hacer: con una fuerte influencia de la cultura estadounidense, en particular de la screwball comedy.
El título original de Welcome Back, Mr. McDonald es Rajio no Jikan, algo así como “Tiempo de radio”. Se trata de una adaptación de una obra teatral de 1993 del propio Mitani que, por motivos que me resultan misteriosos, no logró la misma distribución internacional que otras exitosas comedias japonesas de la época, como ¿Bailamos? (Shall we dansu?, 1996), de Masayuki Suô, de la que luego se hizo una remake en Hollywood con Richard Gere, Jennifer Lopez y Susan Sarandon (Shall We Dance?, Peter Chelsom, 2004). En estos meses apareció por primera vez una versión digital en alta definición de Welcome Back..., por lo que es un buen momento para redescubrirla.
WELCOME BACK, MR. MCDONALD
Título original: Rajio no jikan
Director: Kôki Mitani
Protagonistas: Toshiaki Karasawa, Kyôka Suzuki, Masahiko Nishimura, Keiko Toda, Moro Morooka, Ken Watanabe
País: Japón
Idioma: japonés
Año: 1997
Duración: 113 minutos
Para leer después de ver la película
Como un corto de Buster Keaton, una película de Pierre Étaix, los mejores momentos de Telecataplum, un monólogo de Jerry Seinfeld o un sketch de Cha cha cha, el humor de Welcome Back, Mr. McDonald es atemporal, eterno. Con esto no pretendo hacer comparaciones sino proponer una idea: hay tipos de humor que sobreviven mejor que otros. El “humor blanco” de la película (lo de blanco no es un término académico, sino apenas una contraposición al “humor negro”) no requiere contextos que lo expliquen, ni se basa en estereotipos, degradaciones o palabras subidas de tono. No quiero decir que una puteada o un pedo en el momento indicado no puedan ser divertidísimos: Ozu estrenó en 1959 Buenos días (Ohayô), una maravillosa obra maestra llena de pedos. Pero lo que en algún momento era zarpado puede convertirse en ingenuo muy pronto, y entonces la comicidad se desvanece. En cambio, cuando la buena comedia no pretende transgredir literalmente lo aceptado en una época se vuelve, en cierta medida, imperecedera. Hay algunos ejemplos que creo que son muy ilustrativo al respecto. El tiempo le pasó mucho mejor a La cigarra no es un bicho (Daniel Tinayre, 1963) que a Hotel alojamiento (Fernando Ayala, 1966), dos películas de la misma época que comparten locación y estructura narrativa. Lo mismo podría decirse de Los Muppets (The Muppets, James Bobin, 2011) en detrimento de Ted (Seth MacFarlane, 2012), comedias contemporáneas con varias similitudes argumentales.
Kôki Mitani es un gran amante del cine estadounidense clásico, en especial de la obra de Billy Wilder. En 1990 estrenó la pieza teatral 12 japoneses gentiles (Juninin no yasashii nihonjin), una aproximación cómica a 12 hombres en pugna (12 Angry Men, 1957), de Sidney Lumet, que al año siguiente fue trasladada al cine. Y luego creó la serie de televisión Furuhata Ninzaburô (1993-99), un homenaje al Columbo de Peter Falk. Toda esa influencia se nota en Welcome Back..., su debut como director en el cine.
La película transmite una intensidad tremenda, que va creciendo a medida que avanza la historia. Tiene por momentos un ritmo que la acerca a las mejores comedias de enredos hollywoodenses de los años 30. Es notable en ese sentido el plano secuencia inicial, una coreografía perfecta de cuatro minutos y medio. Por un lado, porque presenta a la mayoría de los personajes y sus jerarquías; por otro, porque fija el tono de lo que está por venir: un divertido caos, una sucesión interminable de enredos con diálogos y gags de una precisión temporal y espacial envidiables. Se trata de un estilo que se convertiría en la marca registrada de Mitani en el resto de su obra: diálogos abundantes y planos secuencia que pretenden combatir -aquí, con éxito- los orígenes teatrales del texto que se vislumbran.
Mitani plantea además un doble juego muy interesante en relación a la influencia económica y social de Estados Unidos en Japón -influencia que se acrecentó a partir del final de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación aliada, como resumió magistralmente Ozu en el famoso plano del cartel de Coca-Cola en Primavera tardía (Banshun, 1949)- y a cierta fascinación de los japoneses por la cultura popular estadounidense. Cuando los encargados del radioteatro deciden comenzar a hacer cambios en el guión original sólo pueden pensar en los típicos lugares comunes del cine y la televisión: la gran escena de juicio frente a un jurado, matones italianos, Chicago como ciudad de violentos gángters... Lo que originalmente era una trágica historia de amor se termina convirtiendo en una enorme aventura espacial.
A la vez, la película parece reírse del resurgimiento del cine catástrofe y de ciencia ficción que se dio a mediados de los 90 a partir del éxito de Día de la independencia (Independence Day, Roland Emmerich, 1996) y otras películas cargadas de imágenes generadas por computadoras. El mainstream de Hollywood volvió a apostar fuerte por espectaculares momentos digitales como la destrucción alienígena de ciudades enteras, la arrasadora erupción de un volcán o la interminable explosión dentro de un túnel lleno de autos. A esa espectacularidad intangible Welcome Back... le contrapone el viejo oficio del artesano encarnado en el personaje del guardia de seguridad, capaz de crear sonidos reales con elementos tan palpables como cotidianos.
En el comienzo, el encargado del show declara su amor por el radioteatro en un breve discurso: “Tiene algo que la TV no tiene. Por ejemplo, si hacés ciencia ficción en TV, para competir con las películas de Hollywood necesitás efectos especiales caros y gráficos hechos con computadora. Pero en la radio, el narrador apenas dice ‘espacio exterior’... ¡y ya estás allí, en el espacio exterior!” Y cierra, entusiasmado: “¡Con la radio podés llegar tan lejos como la propia imaginación!” Pero, puesta en práctica, esa imaginación formateada por la cultura audiovisual estadounidense al final no llega demasiado lejos.
Si tenés ganas de algo más…
- En el canal de YouTube de este newsletter pueden ver un breve tráiler de Welcome Back, Mr. McDonald.
- El actor que interpreta al camionero con sombrero de cowboy que va escuchando el radioteatro mientras maneja es Ken Watanabe, lo que vincula a Welcome Back, Mr. McDonald con otra gran comedia japonesa: la extraordinaria Tampopo (1985), de Juzo Itami. Se trata de una especie de neo-western gastronómico en el que Watanabe también es un camionero. Si Tampopo no apareció en este newsletter hasta ahora es porque se trata de una película bastante más conocida. Pero si no la vieron la recomiendo mucho: hace unos años Criterion Collection la editó en Blu-ray, así que se consigue por ahí en excelente calidad, con subtítulos en castellano y todo. En cuando a Watanabe, tal vez lo recuerden por sus participaciones en producciones de Hollywood como El último samurái (The Last Samurai, Edward Zwick, 2003), por la que estuvo nominado a un Oscar, o sus participaciones en films de Christopher Nolan como Batman inicia (Batman Begins, 2005) o El origen (Inception, 2010), entre varias otras.
- Kôki Mitani ya lleva dirigidas ocho comedias, de gran éxito en Japón, todas con un estilo similar, un elenco recurrente y una marcada influencia de su gusto por el cine de Hollywood. Suite Dreams (Uchôten hoteru, 2006), por ejemplo, pretende ser una especie de homenaje a Gran hotel (Grand Hotel, Edmund Goulding, 1932). Y Galaxy Turnpike (Gyarakushî kaidou, 2015), que transcurre en una hamburguesería ubicada en el espacio, toma varios elementos de las comedias románticas de Billy Wilder. Pero lo que pude ver de su obra posterior me pareció menos fresco, sin la espontaneidad de Welcome Back, Mr. McDonald, con situaciones más forzadas e incluso banales y un humor bastante más impostado.
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