PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 24 DE JULIO DE 2021
Esta semana en Cinematófilos, una película sensible e inteligente sobre la discriminación racial en Estados Unidos dirigida por un judío que escapó del nazismo. Más abajo vas a encontrar el link para acceder a la película. Te recomiendo que la descargues en tu PC para poder verla cuando quieras; si no sabés cómo hacerlo (es muy sencillo) podés revisar acá un tutorial al respecto.
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Para leer antes de ver la película
Michael Roemer tenía 11 años cuando su familia lo subió a un barco (uno de los Kindertransport, o “transportes para niños”) y lo mandó a Inglaterra. Eran tiempos difíciles en Alemania: unos meses antes, en noviembre de 1938, la Noche de los Cristales Rotos había confirmado que el horror nazi no tenía límites. Su padre, dueño de una de las fábricas de calzado más importantes de Europa central, había perdido casi todo por las políticas antijudías de Hitler. Un cuarto de siglo más tarde, a más de 6 mil kilómetros de su tierra natal, Roemer usaría algunas de sus memorias infantiles para dar forma a una película única, que permanece bastante olvidada a pesar de que aún se mantiene vigente: Nothing But a Man (1964).
Cuando llegó a Inglaterra Roemer comenzó a asistir a una escuela para inmigrantes judíos alemanes en Kent, cerca de Londres. La mayoría de sus compañeros eran hijos de artistas o militantes de izquierda. Se hizo muy amigo del pintor Frank Auerbach y del dramaturgo Frank Marcus, y empezó a leer y a fascinarse con los clásicos de la literatura alemana, y en especial con la obra de Bertolt Brecht.
Al término de la Segunda Guerra Mundial se trasladó a Boston, en Estados Unidos, donde estaban viviendo su madre y su hermana. Roemer tenía 17 años y por consejo de su abuela se inscribió en la Universidad de Harvard. Allí conoció a Robert M. Young, unos años mayor que él, también judío pero de Long Island, que había participado de la guerra como fotógrafo de la marina en el Pacífico. En Harvard pasaron mucho tiempo juntos, sobre todo viendo cine, y se hicieron muy amigos. En 1949 Roemer recibió su Licenciatura en Artes y poco después comenzó a trabajar con el productor independiente Louis de Rochemont, creador del noticiero cinematográfico The March of Time. Por su parte, Young colaboró con el documentalista Willard Van Dyke, y luego empezó a trabajar para la cadena NBC.
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A principios de los 60, Young convocó a Roemer para realizar un documental para el programa de actualidad White Paper, de la NBC. La película se tituló Cortile Cascino e indagaba sobre las condiciones de vida de las familias pobres en Sicilia, en el sur de Italia. Con el argumento de que las imágenes recogidas por Roemer y Young eran demasiado fuertes para el público estadounidense, la NBC decidió -tres días antes de la fecha anunciada de emisión- no poner al aire el documental. Los realizadores se quejaron pero no hubo vuelta atrás. Entonces Roemer y Young se prometieron que en su próximo proyecto no iban a depender de nadie, que iban a hacer algo sobre lo que gozaran de total control creativo y no tuvieran que rendir cuentas. Ahí estaba el germen de Nothing But a Man.
En el libro The Politics and Poetics of Black Film: Nothing But a Man (2015) hay un capítulo muy bien documentado sobre el proceso de realización de la película, lo que permite también entender por qué terminó siendo un film tan singular. Roemer estaba interesado en los problemas raciales en el sur de Estados Unidos, y Young conocía bastante bien el asunto porque lo había explorado en Sit-In (1960), un documental sobre las protestas contra la segregación racial en Nashville que había hecho para la NBC. Con la colaboración de asociaciones que luchaban por los derechos civiles, recorrieron durante más de dos meses los estados del sur, desde Carolina del Sur hasta Nueva Orleans, para recopilar historias y conocer de primera mano cómo era la vida cotidiana de los negros. Anduvieron por lugares que la mayoría de los blancos jamás pisaban y consiguieron valiosos testimonios de trabajadores y trabajadoras, religiosos, docentes, militantes. No sólo fueron testigos de los problemas sociales y políticos sino también de las cuestiones privadas. Lo que vio Roemer en el sur profundo le resultó en cierto modo familiar: los supremacistas blancos le recordaban a los nazis de su Alemania natal.
Roemer planteó una estructura argumental con algunos elementos autobiográficos -un joven que busca a su padre ausente- y, con todo el material que había recogido en el sur, él y Young escribieron el guión. Con aportes propios, de amigos y familiares juntaron los 230 mil dólares que costó hacer la película. El dramaturgo Charles Gordone los ayudó con el casting: los protagónicos quedaron para Ivan Dixon, que ya era un actor profesional, y Abbey Lincoln, gran cantante de jazz y militante por los derechos civiles. Como Roemer tenía alguna experiencia en el trabajo con actores (había filmado un mediometraje mientras estudiaba en Harvard) tomó la dirección de la película, y Young, con más conocimientos técnicos, se encargó de la fotografía. El rodaje, durante el verano boreal de 1963, se realizó enteramente en Nueva Jersey: dos blancos dándoles instrucciones a un elenco casi exclusivamente negro en la alborotada Alabama a principios de los 60 hubiera sido demasiado arriesgado.
NOTHING BUT A MAN
Director: Michael Roemer
Protagonistas: Ivan Dixon, Abbey Lincoln, Julius Harris, Gloria Foster, Martin Priest, Yaphet Kotto
País: Estados Unidos
Idioma: inglés
Año: 1964
Duración: 91 minutos
Para leer después de ver la película
En enero de 1963 George C. Wallace, flamante gobernador de Alabama, ofreció un incendiario discurso racista en el que acuñó una frase que se volvió célebre: “Segregación ahora, segregación mañana, segregación para siempre”. Pocos días después hubo protestas en varias ciudades y pueblos del estado, que fueron reprimidas con extrema violencia. En abril, Martin Luther King y otros líderes políticos y religiosos fueron detenidos por protestar pacíficamente. En septiembre, miembros del Ku Klux Klan pusieron bombas en una iglesia de Birmingham y asesinaron a cuatro chicas de entre 11 y 14 años.
Ninguno de estos grandes acontecimientos de repercusión nacional aparece en Nothing But a Man. El “enfoque en la vida cotidiana de los afroamericanos ‘promedio’ en el momento más álgido del movimiento por los derechos civiles hace de Nothing But a Man una película única e importante”, plantean Bruce Dick y Mark Vogel en otro de los capítulos de The Politics and Poetics of Black Film. Roemer y Young tenían claro de entrada que no querían reflejar las grandes luchas populares sino meterse en los ámbitos íntimos, en el día a día de un negro que busca vivir con dignidad en un pequeño pueblo cerca de Birmingham, Alabama. Para eso escogieron un estilo neorrealista, influidos sobre todo -como reconocieron varias veces- por el cine de Roberto Rossellini y Vittorio De Sica.
La película toca con sensibilidad e inteligencia tantos temas que es imposible sintetizarla: el machismo imperante, las diferencias sociales y tensiones dentro de la propia comunidad negra, las espantosas condiciones laborales, la figura paterna, el rol de la iglesia y la religión. Nothing But a Man se aleja de los mecanismos habituales de casi todo el cine estadounidense de la época, y en lugar de ubicar a un personaje impoluto como víctima de todo tipo de injusticias se centra en un hombre real, con sus dudas y ambigüedades, sus tribulaciones cotidianas, a veces pequeñas, siempre personales. Lo hace, además, con escenas y situaciones que muy rara vez el cine (y mucho menos las producciones de los grandes estudios de Hollywood) había mostrado. ¿Cuántas veces vieron en un film anterior a los años 90 a una pareja de negros charlando en el baño, en pijama, mientras ella se lava los dientes?
Pero hay también otra dimensión, que hace que la película trascienda largamente su coyuntura. Nothing But a Man plantea que la discriminación que sufren los negros es parte central de la sociedad estadounidense, no una serie de hechos aislados o excepcionales, y que esa discriminación no tiene su origen en malos entendidos, prejuicios o intolerancia, sino que es una consecuencia de un modelo socioeconómico y político. La escena en la que el protagonista va a buscar trabajo en los campos de algodón es un buen ejemplo en ese sentido.
Como suele ocurrir con las buenas películas que tratan temas urticantes para Estados Unidos, Nothing But a Man fue muy bien recibida en Europa (ganó dos premios en el Festival de Cine de Venecia) pero encontró problemas para ser distribuida en su propio país. Las críticas fueron elogiosas, aunque poca gente fue a verla. Circuló bastante por cineclubes y universidades, pero permaneció en buena medida oculta para el gran público. Tuvo un reestreno en cines en 1993, con buena repercusión, y en 2004 fue editada en DVD. De todos modos sigue siendo mucho menos conocida de lo que merece.
El éxito relativo de Nothing But a Man hizo que Roemer recibiera varias ofertas de los grandes estudios para volver a filmar, en general guiones sobre cuestiones raciales. Pero él prefirió mantenerse al margen. Sólo hizo otro largo de ficción, The Plot Against Harry, gran comedia acerca de un judío neoyorkino que intenta acomodar sus asuntos luego de salir de la cárcel. Tiene un tono extraño, que remite un poco a lo que luego haría Jim Jarmusch, e incluso hoy se le pueden encontrar varios puntos en común con Diamantes en bruto (Uncut Gems, 2019), de los hermanos Safdie.
Esta producción también tiene una historia digna de contar. Roemer pasó más de un año trabajando en una empresa de catering en Bar Mitzvás y bodas judías para investigar el asunto antes de terminar el guión. La película estaba lista en 1970, pero no logró encontrar interesados en distribuirla, por lo que quedó sin estrenarse. Dos décadas más tarde, en 1989, Roemer decidió hacer un transfer en video para que al menos sus hijos pudieran verla. Cuando advirtió que el técnico que estaba haciendo la copia en VHS se reía mucho mientras la veía, pensó que quizá podría tener una segunda oportunidad. Presentó The Plot Against Harry en los festivales de Nueva York y Toronto, que la aceptaron de inmediato. Poco después se proyectó en Cannes y tuvo, finalmente, su estreno comercial.
The Plot Against Harry es aún menos conocida y recordada que Nothing But a Man y no es una película fácil de conseguir, así que también te la dejo para que puedas verla acá. Las razones por las que la obra de Roemer no logró el reconocimiento que merece son varias, empezando por la más obvia: son películas independientes, hechas totalmente al margen de los grandes estudios de Hollywood. El crítico estadounidense Jonathan Rosembaun planteó además, en un artículo publicado en 2013, otros motivos: “En parte, porque estas películas son políticamente incorrectas, lo que significa que todas abordan la vida y plantean diversos retos para las personas que piensan principalmente a partir de categorías políticas y étnicas establecidas y no cuestionadas. Y en parte, también, porque en el cine a menudo confundimos la publicidad y el afán de lucro con otros tipos de talento, sobre todo cuando se trata de los Oscar, pero también cuando se trata de cómo categorizamos y empaquetamos diversos logros. Algunos realizadores nos dicen más de que lo podemos procesar y enfrentar, a diferencia de muchas fantasías de Hollywood diseñadas para el consumo fácil”.
Si tenés ganas de algo más…
- En el canal de YouTube de este newsletter podés ver una breve entrevista realizada en 2003 a Ivan Dixon, el protagonista de Nothing But a Man, en la que recuerda su experiencia en la película. La subtitulé al castellano. En la década del 70, Dixon comenzó a trabajar asiduamente como director, sobre todo en televisión. Dirigió dos largometrajes de ficción, uno de ellos extraordinario: The Spook Who Sat by the Door (1973), una película furiosamente política y combativa que recomiendo mucho.
- El soundtrack de Nothing But a Man, que incluye canciones de Stevie Wonder, Martha & The Vandellas y The Miracles, fue el primero lanzado por la mítica Motown Records. No lo encontré en Spotify, pero se puede escuchar parcialmente en YouTube.
- Casi toda la discografía de Abbey Lincoln sí se puede escuchar en Spotify. Me gustan mucho sobre todo Abbey is Blue (1959), Straight Ahead (1961) y The World Is Falling Down (1990). Lincoln también participó en los 60 en varios discos de su entonces esposo, el baterista Max Roach, notablemente en We Insist! (1960).
- Robert M. Young tuvo una carrera mucho más extensa y prolífica como director que su amigo Roemer. Realizó una veintena de películas, que van desde proyectos personales, como ¡Alambrista! (1977) o El precio de ser libre (The Ballad of Gregorio Cortez, 1982), hasta iniciativas con pretensiones más comerciales, como Acorralada (Extremities, 1986) o Seducidos por la perversión (Caught, 1996).
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